Diario de Mallorca llamó a tres directivos de la Euskal Etxea, la casa regional vasca, para solicitar su opinión sobre la oleada de atentados que ha sufrido la isla. Alguien llegado desde el lugar de donde vinieron las bombas tendría palabras de consuelo para los dolidos mallorquines y sobre todo para las familias de los asesinados. Alguien que ha conocido el dolor que las explosiones y los tiros en la nuca han llevado al País Vasco tenía que deplorar y condenar la muerte llegada en barco a la que un día fue la isla de la calma. Quienes saben que los terroristas pretendían socavar nuestra economía iban a mostrar su solidaridad con sus vecinos, con esta comunidad a la que ellos mismos han emigrado para ganar el futuro.

La redacción se había llenado de comunicados de dolor y repulsa procedentes de asociaciones de vecinos o de inmigrantes argelinos, de entidades culturales o deportivas, de curas y ateos.... En estas circunstancias, ¿cómo no iban nuestros vecinos de la Euskal Etxea a pronunciarse?

Pues no. Según su presidenta, no condenan ni opinan sobre los atentados porque fijaron una norma para evitar "problemas y susceptibilidades" ¿Le preocupan las "susceptibilidades" con la sangre de dos jovenes sobre el asfalto de Palmanova?, ¿no quiere tener "problemas" en el momento en el que la prensa de media Europa pone en solfa a Mallorca como destino turístico?

La Euskal Etxea de Mallorca se ha situado en la equidistancia entre los asesinos y los mallorquines. No están con ellos, pero tampoco con nosotros. Eso, como poco, es una postura de cobardes.