No es una percepción avivada por el acontecimiento del día anterior. Las calles céntricas de Palma albergan poca gente y, quienes las transitan, lo hacen con sigilo. A las ocho y media de la mañana se ubican los ataúdes de Diego Salvà y Carlos Sáenz de Tejada en la Sala de Consejos del Palacio de la Almudaina, reconvertida en capilla ardiente. A esa hora, el vientre del aparcamiento de la avenida Antoni Maura se encuentra casi vacío.

Frente al Palacio, los periodistas, el ex ministro Federico Trillo, el presidente del PP en el País Vasco, Antonio Basagoiti, y la plana mayor del Partido Popular de las islas contemplan la entrada de los familiares, la infanta Elena y los Duques de Palma. En el aire, un helicóptero de la Policía. En la Seu, tres agentes y un perro pastor alemán buscan explosivos. Por la calle Palau Reial, un goteo de funcionarios cargados con coronas de flores. El president del Govern, Francesc Antich, y el comandante general de Balears, Juan Carlos Domingo Guerra, salen un instante de La Almudaina. Están al caer Zapatero y el líder de la oposición, Mariano Rajoy.

Una señora de edad avanzada pregunta a un policía si ya puede acceder al oratorio. "Espere un rato largo", le contesta el agente. El público no entrará a honrar a los dos guardias civiles hasta que hayan desaparecido las autoridades. Aparcados en un lateral de la Seu, en la calle Mirador, aguardan dos coches fúnebres idénticos.

Las sirenas y los automóviles a toda velocidad anuncian la llegada del presidente. José Luis Rodríguez Zapatero y el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, descienden de un vehículo negro. Hace justo una semana, los mismos protagonistas, en el mismo lugar y casi a la misma hora, desplegaron una enorme sonrisa con motivo del Consejo de Ministros. La cumbre se consagró al turismo. Ayer los rotativos ingleses y alemanes equipararon Mallorca con una barriada de Bagdad.

Diez minutos más tarde aparecen andando Mariano Rajoy y su lugarteniente en las islas, Rosa Estaràs. Desde el día anterior se había elucubrado con la posibilidad de que Zapatero y Rajoy acudieran de la mano. Presidente y aspirante penetraron y salieron de La Almudaina por separado. Sobre la acera, una pareja, Inma y Dani, cuenta los minutos para ingresar en la capilla ardiente. "Conozco a Diego Salvá desde que éramos pequeños", explica él mientras acompaña la frase con la palma de la mano extendida junto a la cintura. El gesto indica que eran unos críos cuando se cruzaron el primer saludo. Luego coincidieron en varios trabajos, algunos relacionados con la seguridad privada. Dani, de aspecto fornido, se refugia tras unas gafas de sol. Un tatuaje recorre su antebrazo: ´Nunca te rindas´.

Unos amigos de la familia de Diego relatan cómo sus padres, Montse Lezaún, licenciada en Derecho, y Antoni Salvà, urólogo, se conocieron cuando estudiaban en Pamplona. Allí tuvieron a tres de sus siete hijos, entre ellos, el segundo, el guardia civil fallecido. Diego no siguió la estirpe de urólogos que inició su abuelo, un médico muy destacado en los años 50 que atendió a las familias más descollantes de la isla.

A las diez y media se abre la capilla ardiente para el público. Los compañeros de los fenecidos forman una fila en la estancia previa a la Sala de Consejos. Sobrecogen las lágrimas de unos jóvenes bien plantados vestidos de verde oliva. La capilla ardiente se la reparten las familias y los féretros. A la derecha, los allegados del burgalés Carlos Sáenz de Tejada: un hombre enjuto y tres mujeres ahogan las lágrimas en la boca. Al poco tiempo, los dos cuñados se suman a las dos hermanas y a los padres. Son pocos en comparación con la otra familia. Casi no han tenido tiempo ni para guardar cuatro cosas en la maleta y escapar de la ciudad castellana. A la izquierda, los parientes de Diego Salvà reciben a numerosos conocidos. Los progenitores, enteros, sin aspavientos, transmiten consuelo.

De repente, irrumpen Antich, Rubalcaba y el lehendakari Patxi López (PSOE). El presidente vasco concentra la atención de las familias. Se dirigen a él, sabedores del significado que entraña la presencia del lehendakari lejos de Euskadi. "Todo está siendo muy duro", se sincera Antich a la salida. Los allegados de los guardias civiles le piden a López medidas "ahora que sois más y ocupáis el poder". La representación vasca se completa con la segunda autoridad de Euskadi, la presidenta del Parlamento, Arantza Quiroga (PP).

Concluye el velatorio en La Almudaina, comienza el funeral en la Seu. El escenario, soberbio y contiguo. Los políticos, que se habían ido a la plaza de Cort para guardar un minuto de silencio, vuelven. Algunos miembros del público abuchean a Antich, Rubalcaba, Leire Pajín y Patxi López. Al lehendakari le gritan "hipócrita". A Federico Trillo le animan con un: "¡Arriba Trillo!" El ex ministro popular se gira y saluda con la mano. Otros claman "justicia". Las voces se escuchan en el interior de la Catedral. De entre el público surgen aplausos para atemperar los bramidos. Un policía reclama compostura. Ovación para los Príncipes.

Un toque de trompeta. Silencio. Los ataúdes de Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvà abandonan el Palacio, cada uno sustentado por los hombros de cuatro guardias civiles, un militar y un soldado.

Patxi López ha entrado en la Seu, se ha sentado solo en el primer banco de autoridades y, al ver que allí no hacía nada provechoso, retorna a la calle para formar pasillo ante los féretros. También el empresario Gabriel Escarrer (hijo) y su mujer han venido con más de media hora de antelación. El himno nacional augura la irrupción de los ataúdes. Los aplausos más estruendosos del público de la Catedral los cosechan los miembros de la Guardia Civil, los familiares y, por supuesto, las dos víctimas.

El organista, Bartomeu Veny, interpreta el último coral de la Pasión según San Mateo de Bach. Arranca la misa gregoriana de difuntos. La primera lectura corresponde al Libro de la Sabiduría, la segunda se hace eco de Jesús resucitando al hijo de la viuda de Naím. El arzobispo castrense de España, Juan del Río Martín, pronuncia una homilía donde asegura que la última palabra "de este combate no la tienen los hijos del terror, sino aquellos que, como estos dos jóvenes, trabajan por la paz y la justicia". A continuación recurre al Libro de las Lamentaciones y reconoce: "Me han arrancado la paz y ni me acuerdo de la dicha". Sin flaquear, un hermano de Diego Salvà lee las peticiones. Durante un instante, la princesa Letizia gira la cabeza para comprobar que la Catedral está a rebosar. El obispo de Mallorca, intérprete de un papel secundario, sube al altar para anunciar que el Papa Benedicto XVI ha trasladado un mensaje de condolencia a través del nuncio.

Concluye el funeral y la Seu despide a los dos guardias civiles como les recibió, con corales de Bach. El gentío se agolpa a la puerta en medio de un pequeño caos. En las calles que rodean la Seu los turistas compran sombreros. Las campanas tocan a muerto.

LOS HECHOS

· El escenario. Hace justo una semana se dieron cita en el mismo escenario Zapatero y Rubalcaba. Celebraron un histórico Consejo de Ministros. Ayer asistieron al primer funeral de víctimas de ETA en Mallorca.

· Amigos. Acudieron a despedir a Diego Salvà. Entre ellos, Dani, quien había conocido al guardia civil cuando era un niño y luego coincidieron en varios empleos antes de que ingresara en la Benemérita.

· "Todo está siendo muy duro". Francesc Antich fue el político que estuvo más tiempo con los familiares de las víctimas. Además de acompañar a los allegados, acompañó al lehendakari en un duro trago porque tuvo que escuchar algún grito de "hipócrita".

· Homilía. "Me han arrancado la paz y ni me acuerdo de la dicha", manifestó el arzobispo castrense de España, Juan del Río Martín, haciéndose eco del Libro de las Lamentaciones.

· El organista, Bartomeu Veny interpretó el último coral de la Pasión Según San Mateo de Bach a la entrada de los féretros en la Seu. Cuatro guardias civiles, un policía y un militar portaron a hombros cada uno de los ataúdes de los agentes fallecidos.

· Tcv cxvcxv cxvcvc vcxvcx vcxvxcvcxvcxv– Tvcb vbvcbvcb vcbvcb vcbvcb vcbvcb vcbvcb vcbvcb vcbvcbvcbvcb vcbvc bvcbvcbvcbvcbvbvcbvc bvb vcbvcbvc bvcbvcbvcbvc bvcbvcbvcbvcbvbvcbvcbvccb.