Hay noticias-estrella y noticias-avalancha. La que se lleva la palma esta semana, la que ofrece pocas dudas en cuanto a su merecimiento para encontrarse en plan exclusivo bajo los focos es, por supuesto, el estallido de la corrupción en el consorcio Turisme Jove que implica -como presuntos culpables, por supuesto- a políticos del Partido Popular (PP) bien significados en el archipiélago. Pero el suma y sigue apunta en realidad a la conveniencia de ir más allá, para centrar el comentario en la postura que ese partido está manteniendo a medida que surgen los escándalos.

Son tantos ya, que es cosa de hablar de la epidemia que comenzó con la caída del castillo de naipes de Andratx. Cierto es que las barbaridades mayores, como la cada vez más tremenda -a medida que se van destapando sus detalles- del señor De Santos, o la de Bitel, dejan comparativamente muy atrás las rapiñas en el CDEIB o las irregularidades urbanísticas ligadas a la Agrupación Caballista de ses Salines pero, en este último caso, la imputación de nada menos que la portavoz del PP supone una guinda añadida. Todo eso, en un partido que ganó sus primeras elecciones gracias a levantar bandera de honradez, limpieza e intolerancia hacia la corrupción como arma política contra el entonces presidente Felipe González. Fue José María Aznar quien inventó incluso un concepto nuevo de responsabilidad, la política, que habría de recaer sobre quienquiera que fuese incluso sólo sospechoso de haberse corrompido. Quién te ha visto y quién te ve.

Está claro que, frente a la multitud de altos cargos que ocuparon los militantes significados del partido que ganó en la legislatura anterior bastantes de las principales instituciones políticas del archipiélago, los casos de corrupción destapados implican a una minoría despreciable. Pero sólo en el sentido de que cabe despreciar a gentes así. El otro significado de la palabra, el aritmético, no se aplica porque los corruptos son pocos, pero muy notorios. Así que la expulsión del ex-jefe de servicios del consorcio Turisme Jove y la suspensión cautelar de militancia del gerente de entonces de la entidad son medidas incapaces de contener la sangría. Tampoco basta, aunque vaya en el buen camino, el mea culpa del vicesecretario popular al reconocer que no hubo control suficiente y pedir, por tanto, disculpas. ¿Qué esperan a manifestarse los demás dirigentes?

Los silencios en la cúpula del PP -acentuados por la ausencia de Jaume Matas, que ni sabe ni contesta-, el continuo olvido de la doctrina aznariana de la responsabilidad política y, en general, la sensación de que una vez más se han manejado dos varas diferentes de medir la paja del ojo ajeno y la viga del propio, convierten el goteo de implicados en escándalos de corrupción en un problema muy serio para el Partido Popular. Tanto que la noticia por excelencia para figurar resaltada es ésa: la de que en el gabinete de dirección del PP no pase nada.