Alan Hillgarth, vicecónsul británico en Palma en las fechas que nos ocupan, sabía cultivar influyentes amistades. Intimó con el banquero Juan March y conoció a Winston Churchill antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial cuando éste disfrutaba de unas vacaciones junto a su esposa en Formentor. La ecuación ya estaba formada y el que posteriormente fuera primer ministro británico, que despertó a una nación para liderarla en su victoria frente a Hitler, sabía cómo resolverla favorablemente para sus intereses. En los planes de Churchill no entraba la posibilidad de que la España de Franco se uniese al eje formado por Alemania, Italia y Japón. Costara lo que costara. Por ello recurrió a Hillgarth, por entonces agregado naval y coordinador de los servicios secretos británicos en Madrid, para que, con la inestimable colaboración del influyente banquero mallorquín, sobornara a generales del régimen franquista para evitar esa intervención española en la contienda mundial. Se baraja que Churchill autorizó el pago de 2,5 millones de libras de la época para unos sobornos que consiguieron su objetivo.