Vicenç Grande ha ido construyendo castillos en el aire y se lo ha jugado todo, o casi todo, a la carta del negocio inmobiliario, persiguiendo enormes beneficios a costa de endeudarse. Durante unos años, en los que la gente compraba pisos aunque todo su sueldo se fuera en ello, parece que la fórmula le funcionó y construyó su imperio, pero con pocos cimientos. Algunos ambiciosos negocios se frustraron y la bola de la deuda se ha hecho cada vez más grande, hasta tal punto que ya no hay vuelta atrás. Pero lo peor es que la liquidación de esa deuda depende de lo que pueda sacar de los terrenos y fincas que tiene en propiedad, y ahí volvemos de nuevo al mismo problema. El parón en el sector e incluso la depreciación de los inmuebles no pintan bien para el empresario. Por supuesto que un hombre de negocios de su calibre contará con asesores que le buscarán la mejor salida, pero lo que ha quedado claro es que su idea de los negocios no será un modelo a seguir, aunque sí para recordar.