Aziza, de 11 años, vive en la wilaya de El Aaiún, en los campos de refugiados del Sáhara occidental, en la frontera con Argelia. Este es ya el cuarto año que viene a Palma con su familia de acogida. Josep Sanjosé y Xisca Carmona, sus padres adoptivos, decidieron colaborar en el proyecto ´Vacances en Pau´ porque que se sienten muy solidarios con el problema saharaui. "Los que más lo sufren son los niños", afirma Xisca.

La familia está encantada con Aziza y la acogieron, desde el primer día, como a una más de la familia. El matrimonio tiene dos hijos: Marina, de 17 años, y Julià, de 12. "Julià es su profesor de juegos didácticos", bromea la madre. Y es que enseña a Aziza a jugar a "todos" los videojuegos. Ahora se entretienen con uno de la Guerra de las Galaxias. "Es muy buena niña", suspira el ´padre´.

Todos intentan llevar una vida lo más normal posible durante los dos meses de acogida: van a pasear, de excursión, a la playa...

Pero el año que viene será el último que Aziza podrá venir de "colonias" a España, con 12 años. Sus ´padres´ lo lamentan, pero aseguran que seguirán en contacto y que la irán a visitar a los campamentos.

Monina, otra niña saharaui que estará en Palma durante las vacaciones de verano, tiene 10 años y es la segunda vez que viene a España con sus padres de acogida, Manuel Mulet y Olvido Terrassa. Ellos no tienen hijos, pero la tratan como si lo fuera.

Por la mañana, Monina va a una escuela de verano que, según afirma Olvido, "le encanta. Nada más llegar nos preguntó cuándo iría". Por las tardes está apuntada a natación. "El año pasado aprendió a nadar y le gusta mucho el agua", aseguran sus ´padres´.

Monina está muy tranquila y a gusto en su casa de acogida. "Si incluso nos imita cuando hablamos por el móvil. Nos toma el pelo", bromea su padre adoptivo.

A Monina, como a la mayoría de niñas saharauis, le encanta bailar y cantar en hassanía, su lengua materna. Ahora lo hace con soltura pero sus padres cuentan que, al principio, era mucho más tímida. Al igual que Aziza, la primera vez que llegó estaba un poco desorientada. Es normal, teniendo en cuenta que llegan agotadas después de un largo viaje en avión, un transporte muy impactante para ellas.

Tanto Monina como Aziza coinciden en lo que les sorprendió al llegar a Mallorca: la altura de los edificios, las escaleras -¡Monina lloraba porque no quería subirlas!-, el agua fría de la nevera y del grifo y el agua salada del mar. Aziza vio por primera vez el mar en Palma, pero no le asustó porque "ya lo había visto en la tele".

Y es que en el Sáhara también tienen mucha cultura televisiva. El día después de la ya mítica final de la Eurocopa, la familia de Aziza la llamó. Su hermana, forofa del fútbol, le contó que en los campamentos también se vivió el partido con emoción. Monina, en cambio, no entendía el porqué de tanto alboroto. "¿Por qué tanto fútbol?", le repetía a sus padres de acogida, entre risas.

Uno de los puntos clave de las estancias estivales de los niños saharauis son las revisiones médicas a las que se someten y que los padres de acogida siguen protocolariamente. Aziza, por ejemplo, tiene problemas de vista y aprovecha para visitar al oculista mientras está en Palma.

Al final del verano, la asociación proporciona a las familias una maleta para que los niños se lleven ropa, medicinas, material escolar... y un poco de arena de la playa que recordarán, cuando estén en el desierto, con añoranza.