A este hombre, profundamente sencillo y austero, se le puede ver a menudo en verano paseando por las calles de su infancia en Manacor y Porto Cristo. Es un hombre tímido, cordial, de formas siempre educadas y dialogantes. A primera vista, uno no pensaría que se trata del teólogo español más importante del momento ni de uno de los asesores de la máxima confianza de Benedicto XVI, desde que empezara a colaborar con él, como consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 1995. Profesor en la prestigiosa Universidad Gregoriana de Roma, gran especialista en Patrística -sus estudios sobre san Hilario de Poitiers o sobre Clemente de Alejandría son referenciales- y en antropología cristiana; el pensamiento teológico de Luis Francisco Ladaria (Manacor, 1944) representa una especie de vía intermedia entre el liberalismo de un Hans Küng, por ejemplo, y los fundamentalismos conservadores de alguno de los nuevos movimientos eclesiales. Uno tiene la intuición de que ha sido precisamente esta centralidad moderadora del pensamiento de Ladaria, anclada por un lado en el profundo conocimiento de los Padres de la Iglesia y, por otro, en su capacidad de diálogo con los teólogos de la modernidad, lo que explica la importante designación del Papa.

Desde los inicios de su Pontificado, Benedicto XVI ha optado por reafirmar en positivo los criterios clave de la identidad católica y por poner coto a los excesos doctrinales y litúrgicos. Se diría que a Benedicto XVI le interesa más explicitar la centralidad del catolicismo -a partir de un marcado retorno a las fuentes- que no caer en disquisiciones dogmáticas a menudo incomprensibles. Si el papado de Juan Pablo II fue, sobre todo, ad extra, Ratzinger centra sus esfuerzos en la depuración interna del mensaje y de la vida de la Iglesia.

Desde esta perspectiva, no se puede más que celebrar el nombramiento del jesuita mallorquín como nuevo número 2 de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Junto al cardenal Levada, Ladaria deberá velar por la ortodoxia de la fe y de la moral católicas. Un trabajo delicado y complejo, a menudo rodeado por la polémica, al frente del dicasterio más importante de la Iglesia.