El Partido Popular, y todos sus satélites empresariales, de la judicatura o financieros, llevan semanas incrementando la inquietud que la reforma del Estatut catalán ha suscitado en el pueblo llano. A nivel de calle las voces en favor de la ampliación de competencias para Cataluña y del rediseño de sus vínculos con el resto de España son mínimas. Predomina un tono crítico y de preocupación por los pasos que están dando los impulsores del cambio y, en especial, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero. Sin embargo, la reacción de las fuerzas conservadoras no está contribuyendo a sosegar el ambiente y abrir un debate constructivo y pacificador, tanto en sede parlamentaria como ante la opinión pública. En los últimos días proliferan los excesos y si el president del Govern, Jaume Matas, acusó a Zapatero de resucitar rencores de la guerra civil, el ex conseller Alejandro Forcades plantea un fantasmal, e irreal, futuro de miseria para las islas.