No todos los inventos alcanzan el reconocimiento mundial del submarino de Isaac Peral o el autogiro de Ricardo de La Cierva. Ni enriquecen a su autor y lo colman de premios como ocurre con la empresa catalana de sillitas de paseo Jané, cuyas innovaciones en el transporte de bebés destaca la Oficina Española de Patentes y Marcas.

Los hay como el palmesano Vicente Martínez, creador sin demasiado éxito de tres artilugios: un rodillo para pintar paredes que gracias a un sistema hidráulico absorbe la pintura sin necesidad de untarlo; un limpiador de rodapiés; y un recogedor de excrementos de animales.

"Se me ocurre, me levanto y lo hago". Ése es el lema de Vicente. Parecido al eslogan de una conocida marca deportiva: "Just do it (Sólo hazlo)" . Cuando su magín comienza a girar como una lavadora no hay obstáculo que se interponga en su camino. El único problema es que su trabajo no tiene nada que ver con la inventiva y carece del tiempo suficiente para buscar un comercializador. Sólo el limpiador de rodapiés suscitó el interés de una compañía de Barcelona.

En España hay 25.000 inventores en activo, un colectivo con escaso reconocimiento social y pocos recursos económicos. De los dos millones de empresas nacionales, sólo 29.000 innovan, según los últimos datos del INE; además, el 38% de las patentes que se presentan procede de particulares. Un reducido grupo logra que su invento llegue al mercado, aunque la mayoría ha tenido que montar su propio negocio.

Ramón Martorell Garau, de Inca, encarna el triunfo de la minoría. Desde el año 1998 fabrica millones de pares de babuchas antideslizantes. La celebridad del producto reside en el material adherido a la suela de las zapatillas de andar por casa que impide los resbalones sobre superficies especialmente peligrosas, como parquet, gres o mármol.

Su ingenio no se ciñe al calzado. La última solicitud de patente consiste en una pegatina que identifica a los vehículos que tienen seguro. "Más de 700.000 motos y millares de coches circulan sin la documentación pertinente", explica Ramón Martorell. Su idea se asemeja al adhesivo de la ITV (Inspección Técnica de Vehículos) que indica la fecha de la nueva revisión. Si fructifican sus negociaciones con la Dirección General de Tráfico, los automóviles de todo el país portarán este distintivo pegado al parabrisas.

Pero no todos los ingenios de Ramón Martorell cristalizan. Su "posavasos perfeccionado´ publicado por la Oficina de Patentes en 1999 sigue guardado en el cajón. "Todos los posavasos existentes presentan varios problemas, en unos casos es de un solo uso y en otros, aunque reutilizables, presentan el inconveniente de no mostrar la adherencia necesaria para evitar que se caiga el vaso que porta", relata la memoria entregada al Estado. La originalidad reside en el material de fabricación, la cerámica, "que impide que la humedad desprendida del vaso traspase el posavasos".

Los descubrimientos no resultan gratuitos. El gasto en innovación tecnológica de las empresas ascendió a 11.199 millones de euros en el año 2003, lo que supone un incremento raquítico del 1% respecto al ejercicio anterior. Por comunidades, las que hicieron un mayor esfuerzo inversor son Madrid, Cataluña y País Vasco. Nuestro archipiélago balear sobrepasa únicamente en desembolso innovador a Extremadura, gracias a los 35 millones gastados.

Pocos industriales fantasean con que su invento sea empleado por millones de personas como Joan Marcó, quien en 1918 patentó la goma de borrar Milán. Hoy es la cuarta generación de esta familia de Girona la que lleva las riendas de una empresa que lidera la fabricación mundial de este producto.