Lo que más interesa de las barbaridades que pueda decir el horóscopo es el amor y el dinero. Sin embargo, dejamos de lado la salud y no nos damos cuenta de lo importante que es sentirse bien hasta que nos roza una enfermedad sin previo aviso.

Doce de mayo de 2003. Maria Antònia Genovard, una chica de 21 años, ingresó en el hospital de Manacor como consecuencia de unos ininterrumpidos vómitos. Ese mismo día se le diagnosticó una enfermedad de la que poco había oído hablar: insuficiencia renal (cuando los riñones dejan de funcionar). Además, resultó que tenía el plasma tóxico. Ambos problemas causaron un giro radical en la vida de la joven. "Estaba tan mal que no me daba cuenta de lo que realmente tenía. Al principio te hundes, pero ves que hay más gente que ha pasado por la misma situación y lo ha superado. Entonces te sientes con más fuerzas para seguir adelante".

Durante las primeras semanas Genovard tubo que permanecer en el hospital día y noche. En principio se creía que el problema de riñones se podría solucionar. Pero al cabo de tres meses se le informó de que ya era tarde y que la única solución era la diálisis, una máquina que sustituye la función de los riñones, y estar a la espera de un posible transplante.

La joven, vecina de Artà, estudiaba empresariales en la Universitat de les Illes Balears. El ingreso en el hospital le supuso tener que dejar los estudios y estar sujeta a la máquina más de siete horas al día. "Estar en la clínica es algo muy monótono. Me gustaba que me vinieran a visitar porque podía hablar y las horas no se hacían tan largas".

Con el paso de los meses Maria Antònia Genovard mejoró, y tuvo que asistir a diálisis tres días a la semana, algo que se planteó "como un trabajo". Los fines de semana dejaron de ser lo que eran porque, según Genovard, "la máquina te deja hecha polvo, con un malestar que se me quitaban las ganas de salir de casa". Además, las personas con esta enfermedad sólo pueden beber medio litro de líquido al día. Para la joven, "salir y no poder beber ni agua era duro de aguantar".

Animada por un familiar, empezó sus estudios en educación social a través de la Universidad a Distancia. Justo en temporada de exámenes, el pasado 31 de enero, mientras la joven estaba cenando con sus amigos recibió una llamada de su padre informándola de la posibilidad de que ese mismo día fuese transplantada. Genovard asegura que se lo tomó con calma; acabó de meter algunos objetos en la maleta que desde hacía un mes y medio estaba esperando su traslado y se dirigió a Son Dureta. Después de comprobar que su cuerpo era compatible con el riñón, fue operada.

Vuelta a la normalidad

La joven de Artà se encuentra ahora con más ganas de vivir que nunca; "después del transplante sé lo que es sentirse bien y me gusta aprovechar el tiempo que tengo. Ahora valoro mucho más las cosas que para mí antes no tenían importancia". Maria Antònia tiene previsto viajar, algo que le queda pendiente, y seguir con sus estudios en educación social.

Durante la enfermedad de Genovard, mucha gente ha estado a su lado. Entre ellos familiares, personal del hospital y amigos. Por este motivo hace unas semanas realizó una cena para agradecer a todos ellos su apoyo continuo en esta dura etapa de su vida. Maria Antònia ha sido una de las afortunadas. Quedan unas 60 personas en lista de espera para lograr un riñón.