La vorágine constructora en Balears ha abierto inmensas posibilidades de negocio a propietarios de terrenos, promotores, albañiles e industrias afines. En esta dinámica de ganancias disparatadas y de crecimientos del PIB sectorial del ocho por ciento es más que lógico que surjan negocios colaterales, tráficos de influencias para obtener pingües beneficios y la picaresca para obtener pluses económicos. El estado de la investigación aún no ha avanzado lo suficiente para determinar hasta qué niveles llegará la presunta corrupción. Sin embargo, sí se puede adelantar que alguien ha descubierto en Mallorca una nueva forma de sacar tajada del negocio del ladrillo.