"Después del triunfo, es el momento de la generosidad". Con este comentario un socialista próximo a Antich resumía lo que, a su juicio, debía ser la primera conclusión de este fin de semana. Antich llegó a Madrid estrechamente vigilado por los críticos, atentos a cualquier hecho que demostrara que su peso en el partido era más que dudoso. Al contrario que otros líderes, ni presionó a Zapatero ni exageró sus peticiones. Cuando le recibió el viernes, le preguntó directamente: "Y de Balears, ¿a quién ponemos?". La respuesta de Antich fue que a Armengol para la Ejecutiva y "si es posible, me gustaría que Barceló estuviera en el Comité Federal". Zapatero le dijo: "Ya sabes que tanto a Francina como a Joana las quiero mucho y, además, han hecho un buen trabajo". Ahora, una vez demostrado que cuenta en Madrid, a Antich le toca aplicar el famoso talante Zapatero en su propia casa. Desde la fortaleza puede permitirse la generosidad, que de poco servirá si no encuentra la misma actitud. O si, por el lado oficialista, las expectativas de triunfo les llevan a enrocarse. La historia de luchas cainitas en el PSOE balear debería servir para enseñarles algo, en especial su coste en las urnas. El sábado a las 12,30 de la noche, la delegación balear estallaba en aplausos cuando, ya con el café de la cena, confirmaron que Armengol entraba en la Ejecutiva. Antich y Armengol regresaron al cónclave socialista hasta las 2 de la noche, por si acaso. Después, se fueron a celebrarlo. Ahora, les toca dos semanas de tensión en las que las cosas no serán tan fáciles.