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Lo mejor de conectar es cómo nos hace sentir: como la historia de Lourdes y Ernesto
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Lo mejor de conectar es cómo nos hace sentir: como la historia de Lourdes y Ernesto

¿Quién no recuerda la primera vez que se enamoró? Esa sensación de ingravidez, de mariposeo, de entusiasmo.

Cuando conocemos a alguien y una luz se enciende en nuestro interior se nos hincha el corazón de alegría, nos palpita cada vena, cada célula estalla en una explosión de gozo… a veces las manos nos sudan, a veces se nos seca la boca. Cuando pensamos en el ser amado, se nos descontrolan los impulsos básicos, la dopamina nos llena de euforia y nos hace perder el apetito. Por el contrario, nos apremia las ganas de vivir, de disfrutar de la vida y de apreciar cualquier momento.

Y después del enamoramiento ¿qué queda? No es una respuesta fácil, pero quienes lo han vivido de manera apasionada, lo que parece que permanece es algo tan etéreo como el amor. La siguiente pregunta sería, entonces ¿qué es el amor? ¿Existe acaso?

El amor no es magia

Ni siquiera una triquiñuela de la naturaleza para favorecer la creación. Hay autores de la antigua Grecia que apuntaban a que el amor no existe, pero sí la persona amada. Esa que, lejos de complementarnos, nos hace sentir que la vida tiene un sentido, que merece la pena compartirla y que nos proporciona un bis de felicidad.

Hay otros autores que apuntan que el amor es un acto de compartir. Compartir es básicamente COMUNICAR, esto es, el acto por el que las personas comparten o tienen algo en común. Si yo te comunico un secreto, entonces lo compartimos, lo poseemos en común. En la medida en que yo me comunique contigo como persona y tú te comuniques conmigo del mismo modo, en esa misma medida compartimos nuestro propio y respectivo misterio. Por el contrario, en la medida en la que nos distanciemos el uno del otro y nos neguemos la transparencia mutua, el amor disminuye. Por esta regla de tres ¿COMUNICAR ES AMAR? La respuesta es que sí.

Podemos nombrar docenas, centenas de tratados sobre cómo el amor y la comunicación son dos caras de la misma moneda, pero el amor es intangible, etéreo, inmaterial e invisible. Se siente, pero no se toca, bulle y hierve dentro de cada uno, pero es impalpable.
Buena prueba es la historia de Lourdes y Ernesto. Una historia en la que queda patente que lo mejor de conectar es cómo nos hace sentir. Por eso, os instamos a que en estos tiempos no dejéis de comunicarles a vuestros seres cercanos cuánto les amáis, cuánto les echáis de menos si es que están lejos y las infinitas ganas de tenéis de verles. Porque AMAR es COMUNICAR.

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