“Hay que evitar que los jóvenes caigan como yo en el chemsex”

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Texto: Guillermo Errea
Fotos y vídeos: Fernando Villar

“¿Podemos parar un poco? Es que me estoy agobiando”. Cuando nos encontramos, sólo hace 72 horas que Mateo (nombre figurado para ocultar su identidad) participó en una sesión de chemsex, práctica donde se combinan sexo y drogas. “No es sólo que el consumo de drogas te afecte; es que, además, después de una sesión, me quedo hecho polvo”, reconoce. “Cada vez que consumo y cuando termina la práctica, me hundo en un pozo. Y me pregunto constantemente por qué he vuelto a caer en lo mismo”.

Mateo comenzó con el uso de las drogas a los 31 años. Hoy tiene 34
Mateo comenzó con el uso de las drogas a los 31 años. Hoy tiene 34.

Valenciano, 34 años. Estudió Pedagogía y, después, Magisterio, pero nunca ha ejercido. Delgado, pelo corto teñido de amarillo por arriba, habla y tiene la mirada perdida. Está agotado. Tal vez, por el consumo de drogas; tal vez, por los problemas psicológicos que arrastra casi desde que comenzó a crecer. Mateo se inició en el chemsex en abril de 2023. Desde entonces, tiene la sensación de estar dentro de una bola de nieve que se hace cada vez más grande. Está tratando de salir de ella con la ayuda de Lambda Valencia, una oenegé que se define como “colectivo LGTB+ por la diversidad sexual, de género y familiar”. Pero, de momento, no lo consigue.


Mateo asegura que contrajo VIH en una sesión de chemsex
Mateo asegura que contrajo VIH en una sesión de chemsex.

“El problema no es tanto el VIH como mi adicción al sexo y las drogas”

Mateo, usuario de chemsex y persona con VIH.

“Es muy difícil, ya ves. El otro día practiqué otra vez. Hoy, me noto bastante desesperanzado”, confiesa. Fue diagnosticado de VIH en octubre. Tiene claro que lo adquirió en una sesión de chemsex. “En realidad, me lo esperaba, lo veía venir. Había jugado con fuego. Y, al final, me acabé quemando”. Cuando le diagnosticaron de VIH, sabía que había una medicación con la que llevar una vida completamente normal. “Así que no me preocupé en exceso. Decidí apuntarme a un grupo de apoyo. Con el colectivo Lambda. Para conocer gente con la misma situación. Allí me han hecho ver que el problema no es tanto el VIH como mi adicción al sexo y las drogas”.

Le costó decírselo a su madre. “Sabía que ella no iba a asimilarlo, que se iba a preocupar en exceso, que la primera idea que le iba a venir a la cabeza es que me iba a morir. Pero en mi trabajo todo fue bien, la mayoría es gente joven y yo lo confesé porque estuve como un mes y pico de baja. Incluso se lo comenté a mi jefa, y ella se preocupó por mi salud, porque yo estuviera bien. Pero no hubo rechazo”, cuenta Mateo.

Una combinación de drogas y sexo

El término anglosajón ‘chemsex’ nace de la fusión de las palabras ‘chems’ (‘chemicals’, es decir, drogas) y ‘sex’ (sexo). Se refiere al uso de drogas con fines sexuales durante largas sesiones que pueden prolongarse horas o, incluso, días. Pueden practicarse en pareja (estable u ocasional), en trío o en grupo, también hay quien lo practica en solitario. Sus protagonistas son por lo general hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH). Tiene lugar en casas particulares. Otros escenarios suelen ser saunas, hoteles, clubes de sexo, locales privados o zonas de cruising (actividad sexual en lugares públicos), entre otros.


“Con el chemsex, llega un punto en el que solo piensas en consumir y en quedar con chicos para tener sexo. Hay gente que se puede pasar días encerrada en casa, en una habitación, con un colchón en el suelo, con una suciedad que no puedo ni describir. Y consumiendo, consumiendo, consumiendo. Te destruye”

Mateo.

Mateo prefiere no dar su nombre real, ni salir con su imagen, pero quiere dar la cara para alertar de los peligros del chemsex.
Mateo prefiere no dar su nombre real, ni salir con su imagen, pero quiere dar la cara para alertar de los peligros del chemsex.

En el chemsex es habitual el policonsumo. Mateo suele fumar Alfa PHP y lo combina con Popper. “En otros lugares es más común el uso de Tina (Metanfetamina), pero aquí en Valencia lo normal es fumar PHP”, explica. La Alfa PHP es una droga sintética relativamente reciente que produce hiperactivación, incremento de la libido, estado de alerta, sensación de energía, euforia y mayor resistencia al cansancio. Desde 2023, su venta está prohibida en España. Es una droga muy adictiva. Puede provocar graves efectos sobre la salud. En su cuadro de efectos, se describen hipertensión corporal, aumento de la frecuencia cardiaca, arritmias, nerviosismo, insomnio, delirios o alucinaciones. Tiene la particularidad de que la duración de sus efectos puede ser menor de lo esperado si se compara a otras sustancias psicoestimulantes. Eso provoca que muchos usuarios repitan dosis en espacios de tiempo cortos y que su consumo sea cada vez mayor, lo que aumenta el riesgo de intoxicación o problemas mayores.

El Popper, por su parte, es un vasodilatador, que se inhala como potenciador sexual que facilita la erección. Además, es un relajante muscular y sirve para relajar los esfínteres. La mezcla de Alfa y Popper es explosiva. “Te desinhibe completamente. Es una sensación diferente, que no puedes vivir si no consumes este tipo de droga. Ese es el peligro: el problema es probar”, Mateo se encoge de hombros. Y continúa con un lamento: “El chemsex es un problema de salud pública, hay que evitar que los jóvenes caigan en la práctica, como he hecho yo”.

“A largo plazo, la participación frecuente en sesiones de chemsex puede llevar al aislamiento social y a exacerbar sentimientos de soledad, exclusión o autoestima, especialmente si hay sentimientos de vergüenza o culpa asociados a estas prácticas”, explica Beatriz Álvarez, jefa asociada del Servicio de Medicina Interna de la Sección de Enfermedades Infecciosas en la Fundación Jiménez Díaz. El chemsex, por la naturaleza misma de combinar drogas psicoactivas con actividad sexual, suele dar lugar a formas complejas de dependencia. “No sólo estamos hablando de una posible dependencia química a las sustancias utilizadas sino también de una psicológica relacionada con la intensidad y la euforia de las experiencias sexuales potenciadas por estas drogas”, añade Álvarez.

El chemsex es una práctica en aumento en España.
El chemsex es una práctica en aumento en España.

“A largo plazo, la participación frecuente en sesiones de chemsex puede llevar al aislamiento social y a exacerbar sentimientos de soledad, exclusión o autoestima, especialmente si hay sentimientos de vergüenza o culpa asociados a estas prácticas”

Beatriz Álvarez, médico de la Sección de Enfermedades Infecciosas en la Fundación Jiménez Díaz.

Mateo explica que a cada persona le afecta de una manera diferente: “Hay quienes lo llevan bastante bien, pero hay personas a las que nos produce paranoia. Y depende del tiempo que llevas consumiendo, te afecta más o menos”. En cualquier caso, reconoce, todas las personas que practican chemsex y consumen Alfa acaban padeciendo un deterioro físico muy importante. Cuenta el caso de una persona que conoce, y con la que practica chemsex: “Consume constantemente. Duerme tres o cuatro horas al día, porque algunas de las drogas que consume le quitan el sueño completamente. Le he visto muy mal las últimas veces”.

Un problema complejo

El fenómeno chemsex es cada vez más frecuente en las salas de Urgencias de los hospitales. El doctor Guillermo Burillo, coordinador del Grupo de Toxicología de Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), informa que alrededor del 30% de los pacientes VIH positivos lo practica, mientras que el slamming (uso añadido de drogas intravenosas) se da en el 16% de ellos. “Se calcula que la práctica del chemsex puede triplicar el riesgo de infección por VIH y hasta duplicar el riesgo de ITS como clamidia y gonorrea”, advierte.

A pesar de la escasez de datos consolidados, existe una serie de indicadores que permiten observar un incremento de la práctica de chemsex en España y, en general, del uso de sustancias en el ocio. El director de Apoyo Positivo, Jorge Garrido, afirma que esta oenegé ha aumentado un 40% los servicios globales desde 2015 para garantizar la respuesta a esta situación. Pero la realidad del chemsex es mucho más compleja que estos simples datos o el uso de drogas en las prácticas sexuales. Garrido insiste en que el problema es anterior: “El aumento del chemsex es una consecuencia, no el problema de base. Envuelve consecuencias de la violencia y discriminación ejercidas hacia determinadas personas a lo largo de su infancia y adolescencia, especialmente en hombres que tienen sexo con hombres, gays y lesbianas, personas con VIH y otras diversidades”.


“La pérdida de conciencia, la desinhibición o la euforia que produce el chemsex hace que impacte negativamente en la adherencia al TAR, produciendo fallos virológicos”

Ramón Morillo, especialista en Farmacia Hospitalaria del Hospital San Juan de Dios de Sevilla.

Por todo lo anterior, “su abordaje debe ser multidisciplinar y multidimensional”, insiste Beatriz Álvarez. La facultativa de la Jiménez Díaz se refiere a conjugar medidas que comprendan intervenciones no solo a nivel individual sino también interpersonal y comunitario. “Y, todo ello, de modo respetuoso y libre de prejuicios”, añade. Los expertos consideran que la solución, aunque compleja, pasa ineludiblemente por la concienciación y la información veraz y rigurosa sobre los riesgos de la práctica del chemsex. Y por emplear los canales y referentes que emplean sus usuarios, como las redes sociales o los personajes famosos.

De la misma opinión es María Martínez-Rebollar, médico especialista en Infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona: “Hay personas que practican chemsex en grupo, pero hay otras que lo hacen con diferentes parejas y de manera individual con cada una, con su pareja habitual, o en solitario. Es importante que contemplemos esta diversidad a la hora del abordaje, porque todo es chemsex”. Garrido apostilla: “Urge también una reflexión profunda sobre los modelos de ocio, el abordaje de sustancias en nuestra sociedad y su implicación en la salud sexual. Y, con ello, trazar respuestas comunes e integrales, libres de estigma, accesibles, que prioricen los derechos de las personas, incluidos los derechos en salud y placer”. Y añade: “No todos los usuarios tienen un patrón adictivo”.

Sin drogas hasta los 31 años

Mateo es abiertamente homosexual desde joven. Nunca ha tenido problemas con eso. “En el instituto tienes miedo de que lo sepan, pero yo nunca he sufrido ninguna discriminación por ser homosexual. Ni en mi entorno familiar, ni con amigos”. El problema es que Mateo arrastra una depresión desde hace muchos años. “En mi infancia, no lo pasé bien... Mi padre no cumplía con su papel de padre; simplemente, trabajaba. Y cuando volvía, volvía borracho perdido. Nos insultaba. Nunca nos llegó a pegar, eso sí. Esto produjo bastante estragos en mi autoestima. Mi madre sí se preocupaba por nosotros, aunque hasta cierto punto. No permitía que hubiera mal ambiente en casa, pero es muy fría, distante. Mi madre nunca me ha dado un abrazo”, hace memoria. Piensa un segundo y añade: “Aunque ellos no saben que he caído en el consumo, actualmente son un soporte importante para mí”.

En el chemsex, se suele practicar sexo sin protección.
En el chemsex, se suele practicar sexo sin protección.

“Urge también una reflexión profunda sobre los modelos de ocio, el abordaje de sustancias en nuestra sociedad y su implicación en la salud sexual. Y, con ello, trazar respuestas comunes e integrales, libres de estigma, accesibles, que prioricen los derechos de las personas, incluidos los derechos en salud y placer”

Jorge Garrido, director de Apoyo Positivo.

Mateo tuvo una pareja estable durante nueve años. No consumía drogas. Vivían juntos. “Yo iba a estudiar, él iba a trabajar. Comía saludable, hacía ejercicio, todo lo que se pueda esperar de una vida activa. Aunque está claro que tenía muchos complejos”. En aquel tiempo, Mateo todavía acudía a terapia para luchar contra la depresión. Y le funcionaba razonablemente. Justo después de acabar sus estudios, decidió viajar un año a Inglaterra para aprender inglés. A la vuelta, encontró trabajo en un local de ocio los fines de semana, Hoy, es responsable de ese local. Lo que iba a ser algo puntual, mientras estudiaba una oposición, se convirtió en su forma de ganarse la vida. “Me gustan mi trabajo y mis compañeros. No he fallado nunca en el trabajo, pero mis compañeros me han cubierto más de una vez cuando he llegado en mal estado tras una sesión”.

La relación con su pareja se complicó tras la vuelta de Inglaterra y la pandemia de covid fue la puntilla. Se separaron. “Tenía 30 años y la situación me afectó porque yo tenía una vida construida con él en todos los sentidos”, reconoce. Hasta ese momento, nunca había probado las drogas, solo tomaba bebidas alcohólicas. “Salía mucho de fiesta y comencé, de manera puntual. Me dije: ¡uy!, esto ya son palabras mayores”. Poco después, en abril de 2023, consumió Alfa por primera vez. “No la conocía. Ni siquiera la había oído mencionar. Quedé con un chico y me ofreció. Y tuvimos sexo”. Luego, hubo varias experiencias más, de manera esporádica. Hasta que un día de fiesta entabló conversación con alguien (Mateo no quiere dar su nombre) que le invitó a su casa. “Es una de las personas más conocidas en el circuito de consumo de Alfa. Y las prácticas cada vez fueron a más, a más, a más…” Agosto de 2023: Mateo abandona la terapia porque cree sentirse “estable”, y con la autoestima “recuperada”. Y todo empieza a descontrolarse.

Descontrol en poco tiempo

El chico que le suministraba Alfa se encariña de Mateo. Ya quedan de manera continua. Desde septiembre empieza a consumir muchísimo. Todo se para cuando se entera, en octubre, de que tiene VIH: “Cuando estás malo, tampoco tienes ganas de hacer nada. Me ingresaron en el hospital un mes y medio. Salí con el convencimiento de que me iba a apartar de todo aquello”. Pero el chico volvió a contactarle. Mateo le avisó de que tenía VIH, a él pareció no importarle. “Me dijo que tomaba medicación preventiva contra el virus. Que, simplemente, quería quedar conmigo para drogarse y tener prácticas sexuales. Recaí con él, pero no con más gente; tenía miedo de que otros se infectaran mientras yo no fuera indetectable”. Se considera que una persona con VIH es indetectable cuando, gracias al tratamiento antirretroviral (TAR), tiene unos niveles del virus tan bajos que no lo transmite a otras personas, aunque realice prácticas sexuales sin protección.

Mateo comenta que, durante las sesiones, los participantes no se suelen preguntar si alguien tiene una infección de transmisión sexual (ITS) como el VIH. Se da por hecho. O llega un momento en el que ya da igual. “Simplemente, se practica sexo sin ningún tipo de precaución. Aunque tampoco te puedes fiar de lo que te dicen al principio, claro”.

Las sesiones de chemsex desorganizan las rutinas. Se incrementa el riesgo de desatender el tratamiento contra el VIH. Incluso, en algunos casos, algunos usuarios suspenden voluntariamente la toma durante el fin de semana para evitar efectos no deseados. Ramón Morillo, especialista en Farmacia Hospitalaria del Hospital San Juan de Dios de Sevilla, cree que “la pérdida de conciencia, la desinhibición o la euforia que produce el chemsex hace que impacte negativamente en la adherencia al TAR, produciendo fallos virológicos”. La adherencia es la capacidad para tomar la medicación que ha sido prescrita respetando fechas y horarios, número de dosis, cantidad de pastillas o su correcta conservación.

Mantener la adherencia, además, favorece la indetectabilidad y ayuda a minimizar la posible aparición de resistencias, que pueden comprometer la salud del paciente con VIH a futuro, así como aumentar la carga viral y trasmitir el virus del VIH a otros.

Morillo alerta sobre algunas posibles consecuencias del uso de drogas mientras se toma el tratamiento contra el VIH. “Algunos de los tratamientos antirretrovirales pueden interaccionar con ciertas drogas utilizadas en el chemsex, modificando la manera en que se metabolizan, y dando lugar a un aumento de la concentración de drogas en el organismo y, por lo tanto, de su toxicidad, lo que puede producir potencialmente sobredosis”, explica.

Mateo afirma que él llegó a estar indetectable rápidamente porque nunca se olvida de tomar la medicación del VIH. “Al menos eso lo hago bien. Aunque esté en una sesión de chemsex, me pongo una alarma y paro para tomar el tratamiento antirretroviral”, dice con una media sonrisa. Pero, con la indetectabilidad, volvió a practicar chemsex sin ningún tipo de precaución y con muchas personas distintas. “Siempre quedaba con él, pero al final se acaban uniendo más personas, o yo me incorporaba con otros. A veces éramos tres, otras veces cinco o seis”. Con el chemsex, confiesa, “llega un punto en el que solo piensas en consumir y en quedar con chicos para tener sexo. Hay gente que se puede pasar días encerrada en casa, en una habitación, con un colchón en el suelo, con una suciedad que no puedo ni describir. Y consumiendo, consumiendo, consumiendo. Te destruye”.

Él, tras las sesiones, se queda tan mal, que, “para dejar de sentirme así, sigo consumiendo más”. Mateo ha llegado a estar tres días consumiendo drogas y manteniendo sexo en grupo. “Tres días seguidos sin dormir, casi sin beber agua ni comer. Acabas que ni te reconoces”.

“Por lo menos, hoy soy consciente de que tengo un problema, de que tengo que poner la solución. Cuando empecé a ser consciente, la primera decisión que tomé fue contárselo a todo mi entorno para tener un poquito más de refuerzo en ese sentido. La segunda decisión fue empezar a bloquear a gente relacionada con el chemsex, borrarme de todas las aplicaciones y estar una temporada sin salir de fiesta”. Hay varias aplicaciones habituales para encuentros sexuales entre hombres. “Alguna es un descontrol total. No hay ningún filtro, quedas para practicar chemsex e incluso para conseguir la droga a través de la aplicación”, explica Mateo. “Lo malo es que siempre tienes la posibilidad de quedar con alguien. Es muy fácil… Te instalas la aplicación de nuevo y en cualquier momento hay una oportunidad”.

Mateo está luchando contra sus adicciones con la ayuda de la oenegé Lambda.
Mateo está luchando contra sus adicciones con la ayuda de la oenegé Lambda.

Mateo tiene dos hermanos, un chico y una chica, con los que mantiene una buena relación. Hace poco les confesó que tenía un problema con las drogas. Ellos acudieron a ayudarle. “Sé que están ahí para cualquier cosa”. Antes de despedirnos, nos dice que se va a apuntar al grupo de apoyo específico sobre sexo y drogas que acaba de poner en marcha Lambda. Lo hace gracias a Mar Zaragoza, la psicóloga que ha desarrollado el grupo de apoyo. “Desde que empecé a consumir ya no soy yo mismo. Quiero dejarlo y volver a tener una vida completamente nueva. Como la tenía antes”.

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