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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
Murphy Brown
El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
Murphy Brown
El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
Murphy Brown
El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
Murphy Brown
El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
Murphy Brown
El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
Murphy Brown
El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
Murphy Brown
El final del mes de noviembre suele ser un impasse, un desierto en el calendario, incluido el de los eventos. No obstante, unos, unas y unes se ponen a la labor de desempolvar las lentejuelas, plumas y trajes; toca airearlos en la terraza para quitarles el olor a naftalina después de un año en espera, pues quienes son profesionales del tema saben que hasta no pasar el puente de diciembre hay poca croqueta de donde cortar. Sigamos. Como os suelo decir -no me lo habéis preguntado pero os lo cuento- todo comunicador que se precie tiene Instagram, servidora incluida, y trastear por ese universo da para dos o tres tertulias cada día. Como dicen algunos, «el cotilleo viene a mí, no lo busco». La cuestión es que inevitablemente me siguen sorprendiendo las cosas que pasan por esos lares. Desde eventos donde los invitados se videograban con el regalito correspondiente, pero se olvidan de etiquetar o mencionar el hashtag de la marca que les ha obsequiado, hasta quien le suelta a una mujer lo preparada que se ve para «pisar buenas alfombras». Nota mental: no sabía que era un valor en alza, pero como hoy día se cambia de profesión como de zapatos, quizás sea cuestión de ir a un curso para aprender a pisar con garbo. Sí queridos lectores, daos un paseo por ahí, os sorprenderéis cada cinco segundos. Para lo bueno y para lo malo, luego no digáis que no os lo advertí. Pero vayamos a lo importante, que es saber ser, saber estar y saber qué publicar. Os contamos ya sin más dilación lo que ha transcurrido estos días en la isla.
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