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Guillem Bosch
Ver galería >Un sol orgulloso late con fuerza en el despejado cielo azul palmesano. Brilla con tanta intensidad que los termómetros de Palma reflejan los 39 grados que azotan la ciudad. «Que se vaya a la mierda el calor», exclama un acalorado ciudadano mientras entra en un supermercado a refugiarse del bochorno. Tiendas, bibliotecas, museos, grandes almacenes... Durante el verano cualquier hueco donde uno no sufra en sus carnes el calor abrasador es bienvenido para turistas y nativos.