Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.
Gaspar Riera y su esposa, Marcela, en una jornada de pintura junto al mar.
Legado Gaspar Riera
Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.
Fachada del antiguo chalé reconvertido en establecimiento hotelero.
Legado Gaspar Riera
Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.
Un grupo de clientes dialogan en el exterior del hotel.
Legado Gaspar Riera
Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.
Unos turistas toman el sol en la terraza a unos metros del mar.
Legado Gaspar Riera
Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.
Una imagen del bar del hostal de Sant Agustí.
Legado Gaspar Riera
Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.
‘Cas Català’, cerca de donde estaba el Hotel Rocamar, año 1953.
Legado Gaspar Riera
Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.
Gaspar Riera en sus años de trabajo en el Rocamar.
Legado Gaspar Riera
Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.
Gaspar Riera entró a trabajar en 1953 como hombre para todo en el hostal Rocamar, y ahí siguió durante casi una década. Un periodo que en una cronología histórica podría denominarse prototurismo. Una época en que casi todo estaba por inventar. Hacía apenas ocho años del final de la II Guerra Mundial y trece de la masacre civil española. Europa estaba en reconstrucción y España se encontraba aislada internacionalmente. Llegaban pocos visitantes y solo algunos iluminados osaban profetizar el fenómeno hacia el que derivaría la industria de los forasteros. El Rocamar estaba en Sant Agustí, en el número 675 de la calle Calvo Sotelo, hoy Joan Miró.