El Quijote de Cervantes, el Ulises de Joyce, Ciudadano Kane de Orson Welles, el Requiem de Mozart, el Nevermind de Nirvana o el Thriller de Michael Jackson. Todas son obras irrepetibles, únicas, que serían imposibles de reescribir. Imposibles de imitar. Igual que el MacBook Air, el iPad o el Mac mini. Dispositivos electrónicos que no solo cambiaron para siempre el sector, sino que cambiaron la propia vida de millones de personas en todo el mundo. Irrepetibles e inimitables. Pero sorprendentemente reinventados y reescritos para dotarlos de una nueva vida, más rápida, ágil, potente y audaz.
Esas es la sensación con la que terminó gran parte de la prensa especializada mundial tras asistir atónita -en directo en Nueva York o a través del streaming- de una de las más importantes presentaciones que jamás ha hecho Apple.
Sobre el escenario, como si de un director de orquesta se tratara, Tim Cook, consejero delegado de Apple, dirigía con maestría a toda una serie de virtuosos portavoces que iban tocando, uno tras otro, unos no menos virtuosos instrumentos tecnológicos.
La apertura de la mejor actuación de Apple en los últimos años fue contundente, con fuerza, como los buenos conciertos. Había que noquear al público. Así fue como el propio Tim Cook se encargó de anunciar el nuevo MacBook Air, el que es posiblemente el más icónico ordenador fabricado por Apple en este siglo. Pantalla Retina, conexiones Thunderbolt 3 compatibles con USB-C, procesadores Intel de octava generación, sensor de huella Touch ID y el coprocesador T2, capaz de elevar la seguridad de este ordenador a un nuevo nivel. Y todo con un rediseño que mantiene viva la esencia de un ordenador que, cuando se presentó hace diez años, en 2008, destapó el tarro de las esencias de los Ultrabooks.
A continuación llegó la enésima actualización del iPad, concretamente de su versión Pro, pero no fue una más. Bello, estilizado y ligero, en su interior late el procesador más potente jamás creado para una tableta, capaz de avergonzar a la gran mayoría de ordenadores del mercado y, por primera vez, con conexión USB-C. Y sin botón de inicio. Y sin conector de auriculares. Pero con poderío suficiente para compararlo con una de las consolas de videojuegos más potentes del mundo: la Xbox One de Microsoft.
El esperado Mac mini, el diminuto ordenador de sobremesa que supuso una revolución cuando Steve Jobs lo presentó en 2005, se ha convertido en lo que dura una semigarrapatea en el oscuro objeto de deseo de miles de profesionales. El ordenador se puede conectar en serie con otros iguales para crear la orquesta perfecta. Pero también hubo tristes despedidas, como el dramático adiós del MagSafe.
El videojuego: Red Dead Redemption 2
Rockstar lo ha vuelto a hacer. Bueno, en realidad nunca habían hecho nada parecido. Alguno dirá que el primer Red Dead Redemption ya era bueno, y que estos alegre neoyorkinos, creadores de la saga GTA, ya tienen muchos éxitos a sus espaldas. Pero jamás habían creado nada parecido. Ni ellos ni nadie.
Red Dead Redemption 2 no es un videojuego, es una épica aventura que todos recordaremos dentro de décadas. Los años pasarán, los videojuegos crecerán, los gráficos evolucionarán, pero cuando estemos repasando nuestra vida, recordaremos esa obra maestra que cambió para siempre los videojuegos. Y es que los grandes éxitos de los últimos tiempos son títulos centrados en el on line, juegos frenéticos para deleite de no todo el mundo y de consumo rápido. Comida basura en versión videojueguil.
Pero Red Dead Redemption 2 es un plato de alta cocina, una delicatessen creada por el mejor de los chefs que necesita olerse, paladearse y degustarse con calma y sosiego, disfrutando cada momento, cada diálogo, cada nota musical, cada cabalgada hacia el incierto destino.
Acción Desde 70 €
Plataformas: PlayStation 4 y Xbox One
