Comprar y mantener un coche sale caro, pero en muchas ocasiones es una herramienta necesaria para la vida laboral. Aunque en España no sea tan frecuente como en otros países y se prefiera adquirir un vehículo propio, cada vez son más las personas que se unen a las alternativas a la compra de un vehículo que presentan el renting y leasing. De hecho, algunas de estas empresas de arrendamiento han llegado a acuerdos con los bancos para ofrecer sus servicios a un mayor número de gente, como por ejemplo ya hicieron ALD Automotive y entidades como Bankinter, Citibank o Banco Popular el año pasado.

Ambas opciones se presentan como un contrato de alquiler a largo plazo, que suele durar entre tres y cinco años. Al firmarlo, puede accederse a un vehículo a cambio de pagar una única cuota mensual, lo que significa no preocuparse demasiado por el coche. Aunque los dos son contratos parecidos, presentan diferencias significativas que pueden hacer a cada uno de ellos más o menos interesantes para según qué perfil de trabajador o empresa.

El renting

El renting o alquiler del vehículo es la opción más conocida dentro de nuestras fronteras. En esta modalidad, el coche pertenece durante todo el tiempo que esté alquilado -normalmente entre uno y cinco años- a la empresa o el banco que lo cede a sus clientes. Una vez el contrato haya finalizado, el coche vuelve a su dueño y éste puede venderlo en cualquier mercado de segunda mano.

Autónomos y particulares pueden beneficiarse de esta alternativa a la compra de un coche, ya que pueden utilizarlo como herramienta imprescindible de trabajo sin necesidad de emplear su -muchas veces poco- tiempo en los papeleos relativos al coche.

El renting tiene como principal atractivo el hecho de que en su cuota mensual incluye muchos de estos servicios, como pueden ser los seguros, impuestos y asistencia en carretera. Hay que tener en cuenta que no incluirá las posibles multas, daños derivados de un mal uso del vehículo o repostajes.

El leasing

El caso del leasing es diferente. El banco compra un coche por cuyo alquiler es posible pagar una cierta cantidad de forma mensual. En general, en ésta se incluye únicamente el alquiler, por lo que no se podrá acceder a la ventaja de eliminar el resto de los gastos derivados del uso del coche.

Eso sí, en este caso es más fácil acceder a una mayor variedad de vehículos, y es probable que el cliente acceda al modelo de su gusto, ya que la entidad lo adquiere para ello de forma específica.

Es por esta razón que el elemento fundamental del leasing sea la posibilidad de comprar el coche cuando el cliente lo considere oportuno (y de no hacerlo en el caso contrario). Este método funciona realmente como una financiación. El tiempo que ha de durar un contrato de este tipo es de dos años como mínimo.

Al contrario que lo que ocurre con el renting, el leasing afecta al ratio de endeudamiento de una empresa en el sentido de que influye en las cuentas de pasivo de la misma apareciendo en ellas como deuda. El renting se contabiliza como un gasto, por lo que aparecerá en las cuentas de la empresa que lo alquila.

Aunque la mayoría de trabajadores opta por la compra de un coche en vez de su alquiler, tanto el leasing como el renting pueden ser una buena opción en según qué casos, dependiendo del uso que se haga del vehículo. Conocer en qué consiste cada uno de ellos es la mejor forma de valorar sus ventajas e inconvenientes.