Una tarjeta de crédito puede ser una herramienta muy útil para aplazar gastos o utilizarla en momentos en los que no se tenga la liquidez necesaria para comprar un bien en concreto. Sin embargo, para elegir la mejor tarjeta es necesario fijarse en varios puntos que pueden determinar si merecen la pena los gastos que acarrea, además de un tipo de interés competitivo. Uno de ellos son las comisiones.

Según la normativa española, las entidades pueden fijar con total libertad -hasta ciertos límites- las comisiones que cobrarán a los clientes por sus servicios, siempre que lo hagan saber con claridad en el contrato. Es por este motivo que, dependiendo de la tarjeta elegida, estos cobros pueden variar en gran medida. Las comisiones que una tarjeta de crédito puede llevar consigo son las siguientes:

Emisión y renovación. Son comisiones que se cobran simplemente por poseer una tarjeta de crédito, aunque no se llegue a hacer uso de ella. La comisión de emisión se aplica nada más obtenerla, y la de renovación tiene que ver con su mantenimiento. Ésta última suele cobrarse de forma anual. Por lo general, aquellas tarjetas que pertenezcan a una gama superior, tendrán unas comisiones de emisión y renovación más elevadas.

• Excedido o descubierto. Es la que se aplica al sobrepasar el límite de crédito que permite una tarjeta en cuestión- muchas permiten continuar utilizándolas una vez agotado éste, aunque a cambio de penalizaciones importantes. Funciona de una manera similar a los intereses por la obtención de crédito, y puede ser fija para cualquier excedido o variar en relación a la cantidad sobrepasada.

Retirada de efectivo. Al igual que ocurre con las tarjetas de débito, sacar dinero del cajero puede llevar consigo un gasto adicional para el cliente. Sin embargo, en este caso hay que distinguir entre dos formas de retirar efectivo: o bien a partir del saldo disponible en la cuenta, o del crédito de la tarjeta. En el primero, la comisión es similar a la aplicada a las tarjetas de débito -normalmente más elevada en los cajeros pertenecientes a otras redes, sobre todo en el extranjero, y gratuita en los propios. En el segundo, suele ser un porcentaje sobre la cantidad retirada y se une a los intereses derivados del uso del crédito de la tarjeta.

• Reclamación de impago. Los impagos en las tarjetas de crédito salen caros. Además de los intereses de demora y comisiones por descubierto, la entidad va a cobrar por informar de la situación y reclamar el dinero a sus clientes. A partir del segundo toque de atención, las comisiones se vuelven cada vez más elevadas.

• Cancelación anticipada. Algunas tarjetas de crédito penalizan el hecho de amortizar un pago aplazado antes del tiempo establecido. Así, para amortizar el dinero antes de lo pensado en un primer momento, también habrá que pagar.

Antes de decantarse por una tarjeta de crédito, lo más sensato es valorar sus ventajas e inconvenientes y comparar entre las diferentes ofertas que las entidades ponen a disposición de sus clientes. Aunque el tipo de interés sea atractivo, otros aspectos como las comisiones también tienen un papel importante y pueden encarecer de forma considerable los pagos con tarjeta.