Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

España se gana el indulto | Por Matías Vallés

España - Eslovaquia.

Patriotismo es no conocer el nombre de un solo jugador de Eslovaquia, confiar tan a ciegas en la selección española que ni revisas la parrilla del rival. Sin embargo, habría que plantearse una excepción y levantarle una estatua ecuestre en la Cartuja al guardameta eslovaco, el buen samaritano fundamental en tres goles de España y que solo detuvo el penalti lanzado (?) por Morata porque todo tiene un límite. 

Por fortuna, el portero del Newcastle se erigió en el jugador español número doce, trece y sucesivos. Eslovaquia es un país al que la mitad del mundo confunde con Eslovenia y viceversa, una geografía indeterminada. Esta crisis de identidad afectaría a cualquier profesional, y no deja exento a su equipo nacional. No se trata de un equipo que no sepa adónde ir, no sabe adónde volver.

Cuando un país tan poco fiable llega al tercer partido con un punto más que España, tenemos un problema. La Selección solucionó al menos esta disfunción con la goleada de la Eurocopa, se ganó el indulto sin necesidad de pedir perdón. Marcaron todos menos Morata, excluido por tanto de la generosa política del perdón que prodiga Pedro Sánchez esta semana. A partir del segundo gol a Eslovaquia, otra gran contribución del guardameta pero no me obliguen a buscar su nombre, hubiera sido más interesante contemplar el Suecia-Polonia. 

Pese a sus bravatas, el más necesitado de una goleada era el seleccionador. Luis Enrique transmite a sus equipos la animadversión que suscita personalmente. Desafiante sin tregua pese a que su cargo le obliga a conciliar, absorbe los fracasos y los triunfos nunca le pertenecen. En la polémica arrasada por los goles, no es cierto que una corriente de aficionados madridistas en su mayoría desee el fracaso de España, solo aspira a que tropiece su entrenador.

Sin hablar de espejismo ante la inexistente Eslovaquia, la valoración justa se halla en el punto medio. Ni la brigada de incompetentes que pelotearon contra Suecia y Polonia, ni la aparente trituradora de ayer. Cabe recordar que España hubiera sido la primera selección expulsada de una Eurocopa por la pésima calidad del césped, como si sus rivales pisaran una superficie distinta.

Luis Enrique capitaneaba hasta ayer la evolución del tiquitaca al tiquicaca. El modelo de España era Italia, salvo que los azzurri deslumbraban donde el fútbol atascado de los españoles reclamaba a un fontanero. Se comportaba como las selecciones mediocres anteriores a los triunfos en Mundial y Eurocopas, pero sin la furia.

Frente a su horizontalidad exasperante en el debut, la Selección descubrió ayer la verticalidad. Y Lewandowski se perdió otra estatua ecuestre, por no evitar la segunda plaza de España. Cuando se afirma que lo mejor de un partido es el resultado, se concluye en realidad que el marcador final peca de injusto. Es preferible acabar pues con un interrogante tentativo y tentador, ¿qué hace Eslovaquia en la Eurocopa? El patriotismo consiste en limitar esta cuestión a uno de los contendientes. 

Compartir el artículo

stats