La artesanía de Mallorca se ha convertido en un emblema mediterráneo. La isla es mucho más que sol y playa. El bagaje cultural y artesanal que atesoran los mallorquines se manifiesta en piezas únicas de cerámica como las que elabora Terra Cuita -empresa centenaria de Pòrtol que ha heredado la tradición de cinco generaciones de alfareros-, las telas mallorquinas conocidas como robes de llengües de Teixits Riera -taller textil artesano de carácter familiar ubicado en Lloseta- o el calzado artesano de Carmina Shoemaker -la continuación de un legado familiar de producción de calzado artesano que se remonta a 1866-.

Sirvan de ejemplo estas tres familias de artesanos, cuya sabiduría y tradición conquista al turista llegado de cualquier rincón del mundo. Porque sin hablar la misma lengua, hablan el mismo idioma, el del buen gusto y la distinción del trabajo artesanal.

ZAPATOS DE MALLORCA

La profesión de zapatero parecía condenada a las reparaciones y arreglos tras el auge de las cadenas de producción en serie, pero en los últimos años ha entrado en una nueva etapa, gracias a las nuevas generaciones de artesanos de calzado, que proliferan especialmente en Mallorca y algunos puntos del Levante mediterráneo, y que han consolidado el negocio de la producción artesanal de zapatos de diseño contemporáneo. Palabras como horma, gouger, estacas, bisagras o escofinas, vuelven a utilizarse entre los creadores de moda en los pies. El nombre de Mallorca está asociado a los mejores maestros zapateros, una industria basada en el producto y la artesanía de alta calidad, pensada especialmente para aquellas personas que saben lo importante que son los pies. Unos zapatos que se crean y producen en la isla, pero que se exhiben y se demandan en las mejores boutiques de Europa y del mundo.

Carmina Shoemaker es una de las empresas del sector con más tradición en la isla, cuyos zapatos se fabrican en la ciudad de Inca. Su directora creativa, Marlene Albaladejo, apunta que la marca nació con la intención de crear uno de los mejores zapatos artesanos del mundo. "Nos basamos en la honestidad en el trabajo que realizamos, la máxima calidad, el precio justo, la producción local y la búsqueda de la excelencia", matiza. Cada zapato que fabrican lo hacen a conciencia, de forma muy artesanal, cuidando cada pequeño detalle desde principio a fin.

PÒRTOL, TIERRA DE CERÁMICA

“Mantenemos la tradición de crear a mano, con el torno, greixoneres (la cazuela típica de la isla), platos, vasos y jarras”, explica Pep Serra Crespí, un oficio que se remonta al 1860, cuando su bisabuelo emprendió el oficio de alfarero. Pòrtol, el núcleo donde se ubica Terra Cuita, cuenta con una larga tradición en fabricación de piezas de cerámica, especialmente en ollas y cazuelas. Sus canteras han proporcionado el barro con el que las familias mallorquinas han preparado y servido los platos más populares de esta tierra como las sopes, el tombet o el frit, suculentas propuestas culinarias de obligada degustación. La maestría de Ceràmica Terra Cuita, con más de 150 años de historia, ha pasado de padres a hijos durante 5 generaciones; actualmente combinan su ancestral conocimiento del barro con las últimas tendencias y materiales. Así se manifiesta en sus colecciones puramente mediterráneas, inspiradas en la tela de llengües (el ikat mallorquín) o en diseños a base de pinceladas creativas y colores vistosos.

Sinceridad, dedicación y alta calidad caracterizan Terra Cuita, cuya fábrica conserva el taller primigenio en su actual espacio de trabajo. Aquí llevan a cabo las peticiones que sus clientes quieren materializar en cerámicas únicas. “El 95% de nuestro trabajo son encargos personalizados de personas que quieren disfrutar de una vajilla, unas ollas o unos vasos adaptados a su gusto”, comenta Pep Serra Crespí. Por cierto, en Ceràmica Terra Cuita también fabrican siurells unas figuras pintadas de blanco y colores vivos que imitan figuras de caballos y otros seres animados con silbato adosado. Sin duda, uno de los souvenirs más típicos de Mallorca.

‘TELA DE LLENGÜES’

Las telas de lenguas mallorquinas o robes de llengües se han convertido en un seductor producto artesano de la isla. Son la variación local de los ikats.

Mallorca es el único lugar de Europa que mantiene esta tradición en otro tiempo extendida por muchos países de nuestro entorno y que llegó, por los caminos de la ruta de la seda, desde Oriente. A principios del siglo XVIII se utilizaban lenguas de seda en la mayoría de casas acomodadas de Mallorca y, ocasionalmente, para indumentaria (civil o religiosa).

Era muy usual vestir la cama con doseles, cortinas y cobertores, que se confeccionaban con estos tejidos. En este siglo previo a la industrialización, producir telas era muy costoso. Con la llegada de los telares mecánicos, y también con la preferencia por fibras textiles alternativas a la seda (algodón, lino y cáñamo), las ‘telas lenguas’ pudieron llegar a todos los estratos de la isla. Ya en la segunda mitad del siglo XX, la influencia del turismo impulsó que las llengos (como se pronuncia dialectalmente en la isla) se revalorizaran e identificaran como producto propio de la isla, formando parte de su patrimonio cultural.

En la actualidad la fórmula del tejido es de un 70% de algodón y un 30% de lino. Una gran parte de la producción se dedica a la exportación, fundamentalmente Europa y Estados Unidos.

Hoy en día, quedan apenas tres talleres en la isla dedicados al arte de tejer telas de llengües de forma artesanal, por lo que se puede decir que en cierto modo, las telas típicas mallorquinas están en peligro de extinción. Teixits Riera en Lloseta donde se ha realizado parte de este reportaje gráfico con más de 120 años de antigüedad, Teixits Vicens en Pollença, una centenaria familia artesana con cerca de 160 años en el negocio, y Artesania Textil Bujosa, en Santa Maria del Camí.