Juan Carlos Lorenzo se cruzó en el camino del Mallorca en un momento en el que ninguna figura de la época con sentido común se habría acercado por el Lluís Sitjar. Unas oportunas vacaciones en la isla y la intermediación de Alfredo Di Stéfano obraron el milagro, y el argentino se convirtió en jugador-entrenador de un equipo que en 1958 estaba en Tercera. Sintonizó con el presidente Jaume Rosselló y entre los dos ficharon a un grupo de futbolistas con hambre que en solo dos temporadas llevaron al conjunto rojillo a Primera. Salió del Mallorca por la puerta de atrás, pero dejó en evidencia a sus críticos iniciando una carrera triunfal.