Un paraíso natural como Formentera, la isla habitada más pequeña de las Balears con poco más de 83 kilómetros cuadrados y una gran extensión de costa de 69 km esconde también importantes vestigios históricos que demuestran el interés que despertó entre muchas civilizaciones este lugar del Mediterráneo. 

Los primeros vestigios de población asentada en la isla datan del tercer milenio antes de Cristo (aunque se desconoce cuándo se inició la ocupación), época en la que se levanta el sepulcro megalítico de Ca na Costa. De entre los yacimientos arqueológicos de la ocupación durante época antigua, destaca el de Can Blai, una fortificación de época romana bajo imperial. 

Tras el periodo islámico, Eivissa y Formentera pasaron a formar parte de la Corona de Aragón, tras la conquista a manos de las tropas del arzobispo Guillem de Montgrí en 1235. Pero las dificultades para asentar nueva población en la isla se agravaron a partir de la segunda mitad del siglo XIV, debido a los estragos de la peste negra y, posteriormente, a la amenaza de la piratería. Los intentos de volver a repoblar Formentera fueron numerosos, pero no cristalizaron hasta el final del siglo XVII. Entonces fue cuando se encaminó definitivamente el proceso, que se materializó a lo largo del siglo XVIII con personas procedentes de Eivissa.

En una porción de territorio tan pequeña los recursos terrestres y marinos han condicionado notablemente la vida en la isla, y la frontera entre valor cultural y valor natural muchas veces es difusa. Buena prueba de ello es la amplitud del patrimonio etnológico, que constituye un compendio de aprovechamiento sostenible de los recursos naturales de la isla.

Tres conjuntos históricos

Una buena opción en cualquier época del año es visitar los tres conjuntos históricos: Sant Francesc, Sant Ferran y el Pilar de la Mola. En los tres casos, el epicentro y edificio más relevante es la iglesia parroquial. A su alrededor se configura toda una trama de plazas y vías, la mayor parte de las cuales coinciden con los antiguos caminos que unían las zonas de población dispersa con los templos religiosos.

Pertenecen también al patrimonio cultural de Formentera elementos de defensa y de señalización costera como son las torres de defensa y los faros; los lugares históricos como ses Salines y la colonia penitenciaria de Formentera, donde estuvieron encerrados presos represaliados por el franquismo. 

Destacan también los caminos y la división territorial como es el caso del Camí de sa Pujada y los elementos que lo configuran, los mojones y las paredes de piedra seca. Asimismo son importantes las casas payesas, los molinos harineros, las cisternas y aljibes, los pozos y las norias. Dentro del patrimonio natural la isla está jalonada de árboles singulares como las higueras. También son emblemáticos los varaderos donde los pescadores guardan sus pequeños barcos.

En el ámbito del patrimonio inmaterial sobresalen las ballades y las cantades, manifestaciones musicales que tenían un peso importante en la sociedad insular hasta mediados del siglo XX.