La vuelta a las aulas puede suponer una mejora en la salud física y mental de los mayores 50 años y un beneficio para su vida social y cultural. Así lo demuestra un estudio elaborado por La Xarxa Vives d’Universitats i la Fundació Pere Tarrés que se ha llevado a cabo entre los alumnos de los programas universitarios senior de 17 universidades de la Xarxa Vives, entre las que se encuentra la UIB, y que tienen el objetivo de promover el envejecimiento activo además de garantizar el derecho a la educación en todas las etapas de la vida. En el caso de la UIB, los programas universitarios senior son impartidos a través de la Universitat Oberta per a Majors que reúne 1.038 estudiantes (el 70,5% son mujeres). Los estudiantes senior representan el 7,8% de la población universitaria de la UIB. 

Los resultados de la investigación demuestran que la formación universitaria senior impacta positivamente en la salud física y psíquica y en el bienestar general del alumnado. Cuanto más años hace que una persona está matriculada en un programa de formación universitaria senior, más beneficios percibe, sobre todo en términos de salud y relaciones sociales. 

En este sentido, los encuestados reconocen que cursar estudios en la Universidad les ayuda a vencer temores y complejos, reducir sentimientos de ansiedad o depresivos, superar situaciones vitales traumáticas (viudedad, enfermedad o pérdida de algún familiar), mejorar la capacidad inteligente tual y de memoria, ser más tolerantes y humildes, más receptivos a aprender a utilizar las TIC, ya incrementar las relaciones con el entorno más cercano.

Cursar estos programas también se relaciona con un aumento de la actividad cultural del estudiante (como ir a museos, teatros o cines), lo que incrementa los conocimientos y le permite participar en conversaciones de manera más fluida y segura, así como tener una visión del entorno más crítica y amplia que la obtenida a lo largo de la trayectoria vital, según el estudio.

La investigación también evidencia los efectos positivos que esta actividad tienen en colectivos específicos, como las mujeres, los alumnos de más edad, o aquellos con poca formación previa. En concreto, las mujeres participantes en el estudio reconocen que los campus universitarios se convierten en espacios que las liberan de los mandatos de género impuestos tradicionalmente (como el cuidado de hijos y nietos y del hogar) y que los mejoran muy significativamente la autoestima y la autoreconocimiento. La investigación refleja también que, en el grupo de personas que únicamente tienen estudios primarios, el porcentaje de mujeres duplica (69,2%) el de hombres (30,8%), por lo que se hace necesario aplicar la perspectiva de género en divulgar estos programas entre la población sénior.

Junto con el colectivo femenino, las personas de más de 76 años perciben también más beneficios asociados al hecho de ir a la Universidad. El establecimiento de rutinas y obligaciones sociales para asistir a clase tiene, por este alumnado, un efecto de «agenda-terapia» que les permite volver a conectar con el exterior, a implicarse socialmente, lo que evita el aislamiento, la soledad y los obliga a mantener una imagen social y a no descuidarse. 

Como indica el informe, estas generaciones suelen tener un nivel formativo más bajo, por lo que viven el inicio de los estudios universitarios con ilusión, como una oportunidad para superarse, sentirse útiles y recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, el sector de la población que más se beneficia de la formación universitaria, es al que parece que menos llegan estos programas formativos, dado que sólo 2 de cada 10 son personas sin estudios o con estudios primarios, mientras que 6 de cada 10 tienen estudios universitarios previos. En este sentido, las autoras del informe reclaman más apoyo por parte de las administraciones públicas con el objetivo de hacer llegar los programas senior a todos los ciudadanos y, especialmente, al perfil de personas mayores con nivel académico más bajo y en las mujeres , que son los colectivos que más se benefician.