1. Patrimonio mundial
El recinto amurallado de Dalt Vila está considerado por la Unesco como la fortificación mejor conservada del Mediterráneo y , por ello, valedor de la declaración Patrimonio de la Humanidad desde 1999. Dalt Vila acoge un laberinto de callejuelas empedradas en las que imperan las fachadas blancas de edificios centenarios. Un barrio convertido en un museo al aire libre donde poder encontrar la herencia de todas las civilizaciones.
2. Mercadillos
Sant Carles, es Canar, Sant Jordi, Sant Joan o Cala Llenya son algunas de las localizaciones más buscadas para aquellos amantes de los mercadillos. Si en Sant Carles se puede visitar el histórico mercadillo de Las Dalias, con productos de artesanía elaborados a mano, en Sant Jordi se encuentra el mercadillo en el que cada sábado los más avispados buscan las mejores gangas entre productos de todo tipo de segunda mano.
3. Interior
La isla de Ibiza es mucho más que sol y playa. Ibiza es también interior y como muestra de ello la isla ofrece numerosos rincones en los que perderse. El valle de almendros en Santa Agnès, la fastuosa iglesia de Santa Eulària ubicada en lo alto una cima, el Puig de Missa, los caminos encantadores de Sant Mateu o el encanto mágico de la plaza de Santa Gertrudis son algunas de la opciones.
4. Playas
Fondos arenosos, costa rocosa, playas afamadas o rincones solitarios. Son algunas de las características de la costa ibicenca, que ofrece una amplia gama de posibilidades, con un denominador común: aguas transparentes y un clima idóneo. Mientras que la costa sur y oeste de la isla son las más solicitadas por los visitantes, los viajeros más tranquilos optan por el norte y el este, donde es fácil encontrar un lugar en el que disfrutar en solitario.
5. Gastronomía
A la oferta de sol, playa y ocio nocturno se le suma ahora el turismo gastronómico debido al protagonismo que ha adquirido el producto local de gran calidad en recetas de reconocidos chefs, asentados en la isla. Ibiza cuenta con una gran despensa de productos del mar y de la tierra de primera calidad, que se suma al impulso de nuevos y jóvenes productores de la isla.
6. Puestas de sol
Las puestas de sol se han convertido ya en marca característica de Ibiza. Desde Sant Antoni o Sant Josep son cientos las personas que se reúnen a diario para despedir la jornada al lado del mar y observar cómo el astro rey desaparece. Una ceremonia natural que se ha convertido en un ritual para muchos visitantes de la isla. Benirràs o sa Penya Esbarrada son idóneos también para finalizar el día.
7. Museos
La huella histórica de Ibiza se puede conocer a través de los tesoros artísticos y arqueológicos que se exponen en los diferentes museos. Los visitantes tienen la oportunidad de adentrarse en la vida de los ancestros a través de un paseo por la Necrópolis de Puig des Molins, en la ciudad d’Eivissa. En Santa Eulària se encuentra el Museo Etnográfico, una vivienda payesa en la que descubrir cómo era la vida rural.
8. Deporte
Ibiza reúne todas las cualidades para convertirse en un paraíso para la práctica de cualquier tipo de deporte. La excelente climatología que se registra a lo largo de todo el año es idónea para los deportistas de todas las categorías, incluida la de élite. Rutas para hacer senderismo o conocer el interior y la costa ibicenca sobre dos ruedas son algunos de los planes que cada vez suman más adeptos.
9. Parc natural
Ibiza cuenta con el Parque Natural de ses Salines, un enclave mágico en el que poder disfrutar de la estancia tranquila de flamencos en los diferentes estanques salineros. El territorio de este parque abarca casi 3.000 hectáreas terrestres y 13.000 marinas, y se extiende por el sur de Ibiza y el norte de Formentera. El parque ofrece la posibilidad de realizar múltiples paseos así como de avistar aves.
10. Torres de defensa
Conocer las siete torres de defensa que imperan en puntos estratégicos de la costa es una oportunidad para recorrer algunas de las localizaciones más espectaculares de la isla. Estas torres de defensa, ubicadas alrededor de toda la isla, datan de entre los siglos XVI y XVIII. La función de estas atalayas era vigilar la entrada de barcos desconocidos y piratas.
