El uso desmesurado de los recursos de la tierra tiene origen en el uso irracional de la materia. Partiendo del hecho de que prácticamente cualquier elemento o compuesto es transformable en energía (Antoine Lavoisier, París, Francia, 26 de agosto de 1743 - ibídem, 8 de mayo de 1794), "la materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma", y de que llevamos siglos transformando materiales fósiles en energía, la consecuencia es que, o paramos de malgastar dichos recursos o tendremos que reformular nuestras necesidades energéticas en el corto plazo.

Las consecuencias de estos excesos empiezan a ser graves. Se está debilitando el medioambiente, se talan bosques, los ríos y mares se llenan de suciedad y plásticos, algunos animales no soportan la presión y la ONU ya ha alertado de que unas 150 especies se extinguen al día por culpa de esta mala gestión de los recursos.

Es por todo esto que, para asegurar la sostenibilidad del planeta, y porque además las fuentes tradicionales de energía están llamadas a extinguirse, las administraciones y las empresas privadas comienzan a plantearse la necesidad de mirar hacia fuentes de energía sostenibles, es decir, benévolas con el clima, con la salud del medioambiente, respetuosas con el mundo que nos rodea. El uso extensivo de las energías alternativas como la solar, la eólica, la geotérmica, la hidráulica o la biomasa por nombrar algunas, son una apuesta necesaria pero seguramente no suficiente ya que todos estos usos tienen que ir combinados con políticas privadas y públicas que fomenten la biodiversidad, el cuidado con el entorno y la máxima consideración hacia el ser humano.

La Comisión Europea, el Gobierno español, así como centenares de empresas de diversa índole, muchas de las cuales tienen espacio en las páginas que vienen a continuación, ya trabajan en uno de los grandes retos tecnológicos de los próximos años: cómo lograr una energía más verde sin dañar la competitividad ni el suministro seguro. Algunos de los puntos clave dependen, en gran medida de las empresas que suministran la energía, pero en muchos casos, los ciudadanos deben ser cada vez más responsables del consumo particular. Estos son algunos de los puntos clave que iremos tratando.

Movilidad

Uno de los hitos importantes para generar una transición energética en la que los ciudadanos sientan realmente que están colaborando es la movilidad. Red Eléctrica de España (REE) anunció en diciembre de 2018 la firma de un acuerdo de colaboración con la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) para asesorar sobre la instalación de puntos de recarga que, según sus estimaciones, alcanzarán los 120.000 postes en 15 años frente a los apenas 5.000 actuales. España lleva mucho retraso. A día de hoy, solo el 1% del parque automovilístico del país es sostenible. REE prevé sin embargo que esta cifra se situé en 2,4 millones en 2030 y se dispare hasta los 24 millones en 2050, cuando prácticamente el 100% de los turismos sean eléctricos.

Autoconsumo

El desarrollo de las instalaciones de autoconsumo reducirá la dependencia de los combustibles fósiles, lo cual tiene a su vez un efecto positivo en la economía del estado y de los particulares al reducir el impacto de las importaciones de petróleo y gas en el conjunto de los precios. Pero desde el punto de vista de la rentabilidad, se trata además de un punto y aparte. Para Jorge Barredo, presidente de UNEF (Unión Española Fotovoltaica), "el sector fotovoltaico considera los objetivos de cobertura de renovables propuestos por el Gobierno- establecidos en un 74% sobre electricidad y de un 42% sobre energía final para el año 2030 - coherentes con los compromisos internacionales dirigidos a la progresiva descarbonización fijada para el año 2050."

Las empresas españolas del sector fotovoltaico están en disposición de contribuir de forma factible al objetivo propuesto, tienen la voluntad de invertir y convertir este proceso de transición energética en una oportunidad de generar riqueza económica, empleo y fomentar el desarrollo rural. Además de la fotovoltaica, desde hace años se considera la posibilidad de autoabastecimiento con minieólicos híbridos. Generar energía en ciclos de 24 horas, por el día, fundamentalmente con la energía solar y por la noche con la energía eólica no es ciencia ficción.

Un horizonte muy cercano

La potencia eólica en Europa crecerá alrededor de 17 GW al año hasta 2022. Este 2019, la industria marcará un nuevo récord en instalaciones anuales. Esto se traduce en 87 GW de energía eólica que se instalarán en los próximos cinco años. Alemania será el país con más potencia eólica instalada (unos 73 GW en 2022), seguido de España (30 GW, actualmente hay 23 GW) y el Reino Unido (26 GW). Concretamente, España y Suecia experimentarán un fuerte crecimiento en 2019, en el caso de nuestro país empujado por las recientes subastas renovables.

Lo más destacable serán los nuevos aerogeneradores. Producirán energía de manera más eficiente, cuidando el impacto visual y aplicando políticas medioambientales necesarias para que no su instalación no afecte más de lo necesario al entorno.

Otras fuentes

La Conversión Térmica Oceánica (OTEC), la fusión del hidrógeno, la biomasa (seca, húmeda, residual), el biogás, mareomotriz, geotérmica€ todas ellas serán fuentes energéticas complementarias de las que aún queda recorrido para seguir experimentando.

Queda claro que el desarrollo de las energías limpias es imprescindible para combatir el cambio climático y limitar sus efectos más devastadores. El 2014 fue el año que marcó un antes y un después ya que las mediciones de temperatura registraron calentamientos de 0,85 ºC por encima de la media desde finales del siglo XIX, según National Geographic.

Por otra parte, aún el 17% de la población mundial no tiene electricidad y casi el 40% utiliza métodos tradicionales para cocinar o calentarse, con grave riesgo para la salud. Por eso, uno de los objetivos para la ONU es llegar a 2030 y que el 100% de los hogares puedan acceder a ella con facilidad.

Puede que atrevernos a pronosticar un futuro totalmente incierto sea más complejo de que lo que podemos asumir, sin embargo, la realidad es que estamos ante una revolución energética sin precedentes en la que los gobiernos se están implicando independientemente de sus señas ideológicas.