Frenar el cambio climático pasa por innovar en energía limpia. Los recursos verdes nos ayudan a revertir el calentamiento global. Ahora bien, ese incesante aumento de la temperatura del planeta supone un obstáculo para la producción de renovables. ¿Cómo afectan esas variaciones en el clima al uso de energía sustentable?

La contaminación y los paneles solares

El aprovechamiento de los rayos del sol ayuda a mitigar los efectos devastadores de la amenaza medioambiental. La ecuación resulta sencilla: a más horas de radiación, mayor producción. Pero en este planteamiento idílico irrumpe un oponente infranqueable: la ola de calor.

La intensidad de la radiación impacta en las células y módulos, mermados ante unas temperaturas cada vez más elevadas. En definitiva, al contrario de lo que pudiera parecer, los paneles solares no generan más cuando el termómetro se dispara.

Por otro lado, la culpa de esa escasez en la producción también recae en la contaminación. Así lo determinó un estudio de Michael Bergin, investigador de la Universidad estadounidense de Duke (Carolina del Norte). El profesor de ingeniería medioambiental demostró que las partículas creadas por los contaminantes de origen humano adulteran las placas. La suciedad proveniente del polvo se acumula en su superficie, bloqueando la luz y provocando pérdidas de energía.

La biomasa, otra víctima del cambio climático

La calefacción se erige como el principal motor de la biomasa en Europa. Estas calderas emplean combustibles naturales como cáscaras de frutas, huesos de aceitunas o pellets de madera. Aprovechan este tipo de desechos orgánicos como sustitutivo del carbón y del petróleo.

Las elevadas temperaturas registradas en los últimos inviernos y motivadas por el cambio climático propiciaron un menor consumo. ¿El resultado? La parálisis del crecimiento de esta energía renovable, según indica EurObserv'ER en sus últimos barómetros.

El mayor obstáculo de la hidroenergía

Las áreas de latitudes medias sufren poco a poco un descenso en el caudal de sus ríos. Como vemos a diario, la ausencia de las lluvias se instala en zonas donde antaño se registraba una pluviosidad abundante. Las variaciones del clima en cientos de países darán paso a la sequía en lugares donde antes era impensable.

Este panorama desolador se instalará en represas donde se produce esta energía hidráulica. Si este recurso sostenible se queda sin materia prima, de nada sirve que el impacto medioambiental con su obtención sea mínimo.

Suerte dispar para la energía eólica

El viento es un recurso abundante, limpio, renovable y barato. Sin duda, forma parte de la solución en la lucha medioambiental. Entonces, ¿qué agente es el que pone cortapisas a la efectividad de los aerogeneradores? De nuevo, el cambio climático. No todas las instalaciones dotadas de aspas transformadoras figuran en la lista de damnificadas.

Todo depende del lugar en el que se emplacen. También es así en el caso de la energía mareomotriz. Y es que, las olas y las mareas varían su fuerza y su latitud con la acción de las amenazas medioambientales.

Atendiendo a un estudio de la Universidad de Portland, el cambio climático tendrá un impacto negativo en la producción. En concreto, el potencial eólico en Estados Unidos sufrirá un descenso de en torno al 3% en los próximos 50 años. La otra cara de la moneda cae del lado de Europa, que se verá beneficiada.

Recurrimos a un grupo de investigadores de las universidades de Bristol y Oxford. Según sus estimaciones, el norte del continente se volverá más ventoso con el calentamiento global. ¿Qué ocurrirá si las temperaturas alcanzan 1,5 ºC sobre los niveles preindustriales? Que la producción de esta energía mecánica aumentaría un 10%.

El cambio climático es, pues, la enfermedad del planeta, pero también la de la producción de las energías verdes. Los recursos que nos salvarán de los efectos del calentamiento global han de luchar contra los muros que levanta su principal enemigo.