El cambio climático es un hecho que está afectando claramente a la salud del planeta y del ecosistema. Es por ello, que progresivamente está llevándose a cabo un proceso de descarbonización tanto en España como en todo el mundo, para intentar frenar las consecuencias derivadas de la contaminación y apostar por las energías renovables y limpias. Para ello, los gobiernos de diferentes países están llevando a cabo el cierre de pozos y centrales térmicas dedicadas al carbón.

La generación de energía con carbón es altamente contaminante

El carbón es una de las fuente de energía más tradicionales, sin embargo, su combustión genera grandes problemas en el medio ambiente. Los gases tóxicos derivados son uno de los motivos por los que los gobiernos de diferentes países han acordado ir eliminando progresivamente la explotación de las minas de este fósil. En España hay actualmente 15 centrales térmicas dedicadas a la combustión del carbón. Para el año 2020, nueve de ellas dejarán de funcionar.

La generación de electricidad a través del carbón se encuentra en el punto de mira de las políticas medioambientales, ya que es altamente contaminante y perjudicial para el planeta. Esta actividad es responsable del 15% de los gases de efecto invernadero provocados por la economía española.

La descarbonización adquiere protagonismo

Las normas europeas se han encaminado a hacer desaparecer las minas de carbón y las centrales. A pesar de las trabas económicas impuestas a estas plantas energéticas por cada tonelada de CO2 emitida, se estima que van a aumentar progresivamente las tasas y el precio que deban de pagar. Como hemos mencionado, ya son numerosas las plantas de carbón que tienen fecha de fin en sus labores.

Ante esta situación, los gobiernos apuestan por otro tipo de energías respetuosas con el medio ambiente. Una transición a un modelo energético más sostenible y limpio que consiga alcanzar el compromiso de neutralidad de emisiones. La Unión Europea fijó unos objetivos en 2011 que pretendían reducir entre un 80 y un 95% el nivel de emisión de gases de efecto invernadero con respecto al emitido en 1990.

Para lograrlo, es necesario implantar algunas acciones como el cambio de vectores energéticos. Esto supone consumir otro tipo de fuentes de energía como el gas natural, que tiene menos emisiones, en lugar de productos derivados del petróleo, o la apuesta por las energías renovables, desarrollando parques que generen electricidad de forma respetuosa y limpia. Asimismo, es necesario implantar medidas que logren la eficiencia energética, provocando así un consumo más responsable y evitando el derroche de energía.

Cambio del uso del carbón por otras fuentes de energía

Algunas de las propuestas para el cambio energético van desde la apuesta por la utilización de energías renovables, hasta el cambio de coches de combustión por otros impulsados por energía eléctrica. Lo realmente importante es dejar de emitir gases tóxicos para el planeta, los cuales están contribuyendo al calentamiento de la tierra y pueden tener consecuencias irreparables.

Las energías renovables son una fuente inagotable y limpia, se diferencian de los combustibles fósiles como el carbón en que, además de no agotarse, no producen gases de efecto invernadero ni emisiones que contaminen. El crecimiento de este tipo de energías es evidente, sin embargo, debe ir creciendo de forma progresiva para poder combatir el cambio climático. Conseguir en este sentido, cambiar el uso del carbón por otro tipo de energías más respetuosas, es una labor fundamental.

Por lo tanto, los pozos de carbón tienen sus días contados, así como las centrales térmicas que consiguen producir energía a través de este fósil. Es un paso importante tanto para el medio ambiente como para la economía. El uso de energías sostenibles junto con una estrategia de eficiencia energética son las claves para acabar con el cambio climático.