Una toma de posesión de un nuevo alcalde lleva aparejado todo un ceremonial de gestos más o menos grandilocuentes. Si la persona que va a portar la vara de mando repite, el premio a su reincidencia es la ampliación de ese protocolo simbólico. José Francisco Hila fue saludado como nuevo alcalde de Palma en aras de su alias o alter ego, José Hila Vargas , “el alcalde de todos”. Vitoreado con pitada incluida de los trabajadores de Parcs i Jardins que no quisieron perderse ayer sus minutos de gloria, aunque fuera a pie de calle, en aras de su reclamación de un cambio en las condiciones laborales. El mantra “sí se puede” se coló en un Ayuntamiento festivo que, sin embargo, no ofreció ni un humilde vaso de agua a los oficiantes de la película: políticos, regidores, oposición, familias, periodistas y militantes de los partidos que gobernarán este nuevo ayuntamiento de pacto entre socialistas, Més y Unidas Podemos.

Pitidos y tambores de la calle al balcón que aguardó la salida y saludo del nuevo alcalde. A la foto en contraluz, se le pidió a la primera dama del Consolat que posara con su compañero de filas. “¡Han puesto la música!”, reía Francina Armengol, inminente presidenta de Govern que repitió a micro abierto “el inmenso orgullo y la responsabilidad de ser la fuerza progresista que gobernará Balears por segunda vez”.

Los de Vox y los populares fruncían ceño y cuadraban sus armaduras. Su socio muelle, los de Ciudadanos se hacían selfies en la escalinata de doble tramo. Se creyeron ser Gloria Swanson, claro que es posible que no sepan quién fue la heroína de Sunset Boulevard.

Palma reanuda el pacto por los pelos, suficiente para que la cabellera de la ciudad tenga una nueva oportunidad de continuar el trabajo iniciado con los mandatos de Hila y Antoni Noguera, al que se le vio obsequioso, amoroso incluso, cada vez que se posó el foco sobre esta pareja de alcaldes, solo superados por Walther Matthau y Jack Lemmon, tan extraña pareja como estos verdirojos que en vestimenta se han pasado al azul. ¡Qué clásicos!

“El compañero José Hila”, saludó Noguera en el momento de votarle como alcalde, exultante como si no hubiera perdido el poder. Gestos de la democracia.

Recién llegada de Níger, Aina Calvo ha vuelto a desempeñar trabajos de cooperación con Josep Borrell de jefe supremo, estaba orgullosa de que Hila, al que conoce muy bien, admitió “estar esperanzada de este gobierno de coalición que va a dar estabilidad y permitirá terminar proyectos”.

Habrá que atar mucho cabo suelto. Quizá con el precioso collar que portaba Ana al cuello, una maroma con un toque amarillo entre la cuerda de esparto.

La simbología de los colores es un pequeño detalle que tiene su miga significativa.

Rojo, negro y amarillo

El color de la independencia se las tuvo que ver con el rojo y negro que fue mayoritario en el atrezzo de ellas. Entre Armengol, que iba de Stendhal y que tuvo que superar que su jersey fuera el mismo modelo que el elegido por la regidora socialista Joana Maria Adrover solo que en negro, el de la Cartuja de Parma hizo doblete entre las mujeres del PSIB-PSOE.

Pero quienes se batieron el cobre fueron los jefes de prensa que a medias entre ser it girl y/o celebrities, unos se colgaron de la solapa el lazo amarillo independentista y la otra se puso una camiseta blanca con el letrero “feminista” en rojo, claro está.

Deduzcamos que este tripartito fue un poco alemán entre tanto negro, rojo y amarillo. Siempre nos quedará la blanca palidez de Angélica Pastor y Antònia Martín. Neus Truyol optó por el colorado que se colocó en las orejas.

La delegada del Gobierno Rosario Sánchez ha reemplazado en sus guerras con el reloj a Maria Antònia Munar. A punto de iniciarse la jura, la votación y el acto de nombramiento del nuevo soberano de la ciudad, su asiento reservado era un hueco inadmisible en el guión de esta película que suele rodarse cada cuatro años, aunque le hemos cogido el gusto a las filmaciones, y a veces, hasta incluso, repetimos ceremonia cuando aún no ha acabado la película. No faltaron chinos que filmaron el acto.

“Vengo siempre que puedo. Es un momento importante. Capto sensaciones, establezco contactos. Aprovecho hasta el último momento”, admitió Àngels Fermoselle, de la entidad que se la tiene jurada al Ayuntamiento si no nos libra de esas pintadas que no se detienen ante ningún tren.

Otros andaban en las mismas. Llorenç Carrió, que simula estar feliz pese a haber sido apeado de Cultura, aunque no de Memoria Histórica ni Política Lingüística, no se fue sin recibir la demanda de un ciudadano de a pie que le preguntó por el futuro de una biblioteca de su barrio.

La escenificación del relevo en el poder es aprovechada por lanzar ‘sos’ porque la vida no da paréntesis y ahí está la calle para pedir mejoras. La defensora de la Ciudadanía Anna Moilanen, aún con síntomas de una dolencia respiratoria, se dejó ver en el pleno de investidura. Trabaja para que Palma pueda ser sede de una reunión de ámbito nacional sobre la trata de personas, una lacra en la que ella ha mostrado una especial sensibilidad.

Las palabras también delatan. A los juramentos “por España” que se habían retirado a cuarteles décadas atrás y ahora resucitan los de Vox, las peticiones de “conseguir una constitución feminista y republicana” de Sonia Vivas de Unidas Podemos y las promesas del cargo en aras de conseguir “justicia social y sentido de libertad para todos los pueblos” de Truyol y Noguera. Carrió en línea sesentera reivindicó “libertad de expresión”.

Se apuraban juramentos, las voces moradas y verdes de Unidas Podemos y Més daban vivas al nuevo alcalde, regresaban del pasado rostros como el popular Julio Martínez, y había cambio de escenario de Jarabo que, al no conseguir la vara de Palma, hará triplete como portavoz, Participació Ciutadana y Govern Interior. El hombre orquesta sabe de cine. Ayer hubo quien le pidió para Palma cambio de guión.

Como notas dejà vu, Teresa Riera, que se ha vuelto fotógrafa; y Joan Mesquida, que ahora lidia en otro campo de batalla Ciudadano.

Un buen final es clave. Así es que los socialistas acabaron la fiesta en la plaza del que fuera alcalde y zapatero Llorenç Bisbal para tomarse un vermut en la muy tocada sa Gerreria. Como bien sabe José Hila.