José Vicente Marí Bosó logró ayer el prodigio de convertirse en el alcalde más fugaz y efímero no solo de la historia de Eivissa, sino probablemente de todo Balears: 60 horas exactas. Desde la medianoche del domingo hasta el mediodía de ayer, el candidato conservador vivió flotando, mecido en una nube y encaramado en el pedestal de la victoria electoral. Los laureles de la gloria se ceñían ya en su frente y en su mente blandía con orgullo el cetro municipal mientras ordenaba sacar lustre al sillón de Can Botino... Cuando, de repente, despertó.

Todo pasó a traición, igual que en las películas de crímenes. Anteayer por la tarde, Marí Bosó estaba en Palma, saboreando aún las mieles del triunfo en plena reunión de la dirección balear del PP, cuyos prebostes comenzaban a encumbrarle como posible presidente del partido en la Comunidad. Mayor subidón, imposible. Súbitamente, algo hizo crack. Ayer se conoció que había serias posibilidades de un error en el recuento y de que el PSOE mantuviera la alcaldía. En plena reunión, se levantan los miembros ibicencos del partido y abandonan atropelladamente la sala, derechitos hacia el aeropuerto para volver a Eivissa. Del cielo al infierno en solo dos días.

Nada mejor que la victoria y la derrota para conocer a los políticos. Mientras que Rafa Ruiz, desde que se creyó derrotado, permaneció ilocalizable y aislado del mundo sin atender a ningún periodista ("el alcalde se ha tomado unos días de descanso" fue la escueta respuesta del Ayuntamiento a este diario al segundo día de buscarlo), Marí Bosó decidió dar la cara justo cuanto más amarga era la situación para él. No solo acudió en persona al recuento de la Junta Electoral donde se iba a certificar su ya segura derrota, sino que además atendió enseguida a los medios de comunicación para admitir el mal trago. Rafa Ruiz solo reapareció cuando supo que podía celebrar algo.

La puesta en escena del recuento en la Junta Electoral, en los juzgados de Eivissa, era la misma que un juicio ordinario. Pero en ocasiones el acto recordaba al jurado de Eurovisión, con una inacabable retahíla de mesas y votos obtenidos por cada partido. "¿A quién ha votado Bielorrusia?" murmuraban, resignados e irónicos, los representantes de Proposta per Eivissa (PxE), con Antonio Roldán a la cabeza, que iba viendo cómo se desmoronaba su chiringuito. En esa sala se concentraban las personas que realmente cortan el bacalao en cada partido: Julián Aguilar, José María Costa o Alfonso Molina del PSOE; Jacobo Varela, Silvia Fernández o Vicent Roig por el PP, Antonio Villalonga (Epic), Antonio Roldán... y así hasta una treintena de personas apretujadas e incluso de pie en la sala.

El recuento sirvió para destripar y abrir en canal los resultados del domingo. Los votos nulos se abrían y se explicaba en qué consistía su nulidad. "Aquí hay uno que ha introducido un poco de papel de wc", certificó la magistrada que dirigía el acto. Otro votante optó por introducir una papeleta del PP y otra del PSOE en el mismo sobre. Otro escribió el nombre de una persona en la papeleta de Vox, que el representante de este partido, Jaime Díaz de Entresotos, pidió ver personalmente, tratando quizá de ver si reconocía ese nombre o al menos la caligrafía. En cambio, se echaron en falta las ya clásicas rodajas de chorizo.

Para Antonio Roldán y su séquito, todo lo sucedido con el recuento es propio "de una república bananera". Y aunque admitió que "vimos cosas raras" en los resultados del domingo, lo cierto es que se cuidó mucho de denunciar los abultados resultados que le beneficiaban. Y es que una cosa es ser honesto y otra es ser idiota, deben pensar en PxE. Fue el otro gran damnificado de la jornada de ayer. De pasar de tener la sartén por el mango en el principal ayuntamiento de Eivissa a ser una fuerza marginal y sin ningún concejal, en dos días y medio. "A uno se le queda cara de tonto", admitió en un rasgo de sinceridad que le honra.