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Los 5 grandes retos de Palma / 2

La batalla por la vía pública

La ocupación de la calle y los problemas derivados de la sobreocupación del espacio público como las molestias por ruido, entre otros, así como la aparición del fenómeno del tardeo en determinadas barriadas han sido una constante este mandato

El 'tardeo', que ha proliferado en determinadas barriadas como en la de Santa Catalina alrededor de su mercado municipal, se ha convertido en un problema de convivencia. b.ramon

Cuando se habla de vía pública y su ocupación casi siempre se relaciona con la venta ambulantey los problemas que esta actividad genera, en especial, por lo que se refiere a la competencia desleal.

No obstante, a lo largo del actual mandato, también se han generado problemas de sobreocupación de terrazas, que se han intentado solventar con una modificación de la ordenanza que no ha contentado a nadie y con el cambio de norma para el uso cívico del espacio público conocida como "antibotellón", que se acompañó de un anexo aprobado por decreto con posterioridad que regula la actividad de los músicos y artistas callejeros, que aún no está aplicada en su integridad.

Además, tanto el Ayuntamiento como los vecinos afectados se han tenido que enfrentar a otro problema que, si bien se inició en el anterior mandato, ha sido en este en el que se han comenzado a padecer sus consecuencias en determinados barrios. Se trata del fenómeno del tardeo, que se ha cebado en especial en la barriada de Santa Catalina, con el mercado municipal como epicentro. Pese a que la Policía Local diseñó en 2017 un dispositivo especial para atajar este problema, no se ha solventado.

El dispositivo se inicia a las dos de la tarde por parte de las unidades de proximidad, continúa por la tarde, a partir de las cinco, con agentes del Grupo de Actuación Preferente (GAP) y se prolonga hasta la noche mediante agentes de la unidad nocturna.

Además, desde 2016 tanto es Jonquet como la zona de Santa Catalina más problemática, es una zona de especial intervención, una figura contemplada en la ordenanza para el uso cívico del espacio público, que permite a los agentes imponer multas a las personas concentradas en la calle y que molesten, beban o no, con importes que oscilan entre los 1.500 y 3.000 euros.

Lo anterior pone de manifiesto que la Policía Local ya dispone de medios para hacer frente a esta problemática, por lo que si persiste, es debido en buena medida a su ineficaz aplicación.

El tardeo, centrado en especial en este momento en Santa Catalina, amenaza con extenderse también al centro de la ciudad, a partir de varios establecimientos del mercado municipal del Olivar. Por el momento, no ha cuajado, puesto que el mercado se encuentra en una zona no rodeada de bares que abran por la tarde. No obstante, nada impide que en los próximos años pueda ser una realidad también en esta zona.

De hecho, el Ayuntamiento siempre ha llegado tarde a los problemas ocasionados por los problemas de sobreactuación del espacio público por locales destinados al ocio.

Llegó tarde en los años 90 cuando una parte de sa Llotja, debido a la proliferación incontrolada de bares nocturnos, se convirtió en una zona de ocio al aire libre. Cort tuvo que actuar a posteriori declarando la zona como acústicamente contaminada, un expediente cuya tramitación tardó más de cuatro años.

Imprevisión

Pese a la experiencia negativa de sa Llotja, Cort también llegó tarde a la hora de prever lo que podría ocurrir en la zona de sa Gerreria recién rehabilitada con el fenómeno de la denominada Ruta Martiana, que tuvo su momento álgido a finales de la primera década del presente siglo hasta hace tan solo unos años.

El Ayuntamiento perdió la oportunidad de regular la actividad antes de que se produjera el problema, tal como se había hecho años antes en sa Calatrava limitando urbanísticamente la instalación de bares y locales de ocio. Algo parecido ha ocurrido con los primeros ejes cívicos de Blanquerna y Fàbrica.

En esta ocasión Cort también ha actuado cuando el problema de proliferación de locales, en este caso de restauración, mediante la tramitación de una modificación del Plan General que limita los nuevos locales a tres en un radio de 50 metros. Esta limitación también se aplicará a las futuras calles peatonales y ejes cívicos.

La proliferación de terrazas, un fenómeno que se disparó a lo largo del mandato del PP siendo alcalde Mateo Isern y que ayudó a la dinamización económica de la ciudad, se convirtió en un problema debido a los excesos de ocupación de la vía pública y al descontrol de la ordenanza en vigor. Para solucionarlo, se planteó la necesidad de modificar la ordenanza con el objeto de ganar espacio para el peatón.

Tras dos años de tramitación se ha conseguido aprobar una ordenanza que no ha contentado a nadie, cuyos efectos apenas se van a notar más allá de la supresión de las denominadas microocupaciones en Santa Catalina y la prohibición de los toldos no anclados a la fachada y cerrados.

De hecho, incluso desde la concejalía de la Función Pública se ha aceptado que, con la nueva normativa, no se podrían autorizar entre un 4% y un 7% de las terrazas existentes, lo que suponía un centenar en toda la ciudad.

Además, los programas de los partidos que se presentan a las elecciones no afrontan apenas estos problemas, más allá de la afirmación de que la Policía Local hará cumplir las ordenanzas. De eso se trata.

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