Decía Hayek que "el socialismo, pese a haberse inspirado en las mejores intenciones y haber tenido por mentores tal vez a lo más selecto de la sociedad, no deja de constituir una grave amenaza para el nivel de vida y la existencia misma de una parte de la población actual". Visto lo que acabamos de ver, se diría que los españoles formamos en esa parte amenazada porque Rajoy, ya saben, allá por 2008 echó del partido a liberales y conservadores -se quedó con los tecnosocialcristianos- ; el PSOE es eso, socialista; Podemos, un juego de pijos bolcheviques, y Ciudadanos no pasa de grupo fabiano vergonzante.
Y añadía el pensador liberal: "Los órdenes naturales, tales como el mercado, no pueden ser captados por nuestros sentidos, sino que sólo cabe descubrir su existencia por vía del intelecto". Vivimos en tiempos de emociones. La razón es cosa de frikis. Y las emociones son pasto de televisiones. El duopolio español en el escenario catódico es todopoderoso. Las elecciones las han dictado al milímetro. Y ahora, a pastorear los pactos. No hay salida en una dictadura de corazones. Es evidente que en cualquiera de las combinaciones posibles -algunas no por extravagantes son menos probables- vamos a un Gobierno corto. Incluso podría ni siquiera formarse. Como mucho, dos años y de nuevo a las urnas. En ese tiempo, ay, reforma de la Constitución y adiós democrático a Cataluña. Ahora sí. Amigos, la vieja hoja de ruta de ZP es implacable.
(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente el villancico "Les dotze van tocant").
