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Análisis

Resultados indecentes de Rajoy y Sánchez

Ningún presidente del Gobierno de la democracia había sufrido un descalabro semejante al aspirar a su reelección

Mariano Rajoy.

El poder desgasta, y el poder absoluto desgasta absolutamente. También corrompe. Mariano Rajoy acaba de aprender esta dura lección en el día 20D. Se entiende ahora que deseara postergar indefinidamente la convocatoria de elecciones. Su resultado al frente del PP es indecente, sellado con la pérdida de 64 diputados y casi cuatro millones de votos. Un balance indecoroso pero exacto de una legislatura gobernada de espaldas a la ciudadanía. Le Monde bautizaba ayer mismo al presidente del Gobierno como "el malquerido".

En aras de la ecuanimidad, Pedro Sánchez no le va a la zaga a Rajoy. El PSOE se ha desangrado en dos millones de sufragios, pese a lo cual anoche se anunciaba champán en Ferraz. Otro resultado indigno, que contribuye a enmascarar la debacle del PP. La gran coalición empezó a funcionar en la noche electoral. En todo caso, los socialistas han obtenido un marcador indigno de la trayectoria de su partido, treinta escaños por debajo de su peor marcador en democracia. El techo lo perdieron hace dos legislaturas, ahora se han quedado sin suelo ni consuelo.

Es casi innecesario agregar que los partidos del turnismo han logrado el peor marcador conjunto de su historia, por debajo del 51 por ciento de los votos. PP y PSOE llegaron a acaparar el 84 por ciento de los sufragios. Aquí cabe dar entrada a Podemos, que pasa de cero a 69 diputados con sus cuatro divisiones y sus cinco millones de votantes. Su comportamiento se convierte así en pieza clave para toda alianza que desemboque en La Moncloa. Solo la ley electoral ha impedido que Pablo Iglesias y Albert Rivera provocaran un boquete irreversible en el casco del portaviones bipartidista.

Los emergentes han jugado en campo contrario. Ciudadanos ha cometido el error adicional de dejarse absorber por la formación de Rajoy durante la campaña, jurándole fidelidad eterna. La izquierda mostró su habitual miopía, al atacar a la formación de Albert Rivera en lugar de abonar su erosión del partido conservador hegemónico hasta la fecha. El inventor de la frase "Ciudadanos es peor que el PP" se merece una estatua junto al monolito de Pedro Sánchez.

El protagonista de unas elecciones es el presidente que aspira a la renovación de su contrato. Un resultado decente para Rajoy se cifraba en 150 diputados. Perdía un veinte por ciento de su potencia, pero las minorías se sentirían obligadas a investirle. Con menos de 120 escaños, el presidente del Gobierno en funciones estaba obligado a dimitir ayer mismo. Se quedó colgado al borde del abismo, ninguna formación puede apoyarle sin contagiarse de un descrédito corroborado por las urnas.

España quiere cambiar, y se sometió ayer a la terapia de shock más radical que autoriza la legislación vigente. Rajoy no tendrá garantizado el derecho a una segunda legislatura en la misma noche electoral. De nuevo, por primera vez en la historia de la democracia, porque la continuidad automática ha estado garantizada para todos los presidentes del Gobierno elegidos desde la muerte de Franco. Suárez renovó en 1979 con 168 diputados, que mejoraban su marca anterior. González repitió con 184 en 1986, por encima del listón de la mayoría absoluta. Aznar subió treinta en 2000 para coronar también el gobierno en solitario.

El análisis exige sobreponerse a la ficción de que las elecciones ya se habían celebrado, a través de centenares de encuestas. Rajoy no solo ha obtenido el peor resultado de un presidente en la reelección, sino también el más modesto de su partido a lo largo del último cuarto de siglo. Los votantes venían advirtiendo de que se trataba del peor inquilino de La Moncloa, en los sondeos del CIS gubernamental. El PP decidió abstraerse de los datos, al igual que en tantas otras facetas de su Gobierno. Se habla aquí de un partido que escoge a Rafael Hernando como portavoz parlamentario para enderezar su pésima imagen.

Ya puede solicitarse en igualdad de condiciones la jubilación anticipada de Rajoy y de Artur Mas. Era incoherente que el president en funciones pagara su apuesta fallida, antes de que lo hiciera un presidente en funciones que ha condenado al PP a la irrelevancia en Cataluña. Los populares son los sextos y últimos en la comunidad catalana, con cinco diputados de caída desde los once anteriores.

En el pugilato entre Rajoy y Mas, el todavía líder popular queda más lejos de la mayoría absoluta que su antagonista desde Junts pel Sí. Conviene que pida consejo al enterrador de Convergència. Las tribulaciones a que será sometido el PP en el Congreso, no tendrán nada que envidiar a las vicisitudes que ha atravesado el president en funciones de Cataluña para repetir en el cargo.

Los ascensos irresistibles de Podemos y Ciudadanos no son ilimitados. En las elecciones previas a la llegada de Syriza al Gobierno, se colocó en segunda posición por detrás de los conservadores de Nueva Democracia, pero anuló a los socialistas del Pasok. En España, el secretario general del PSOE planteará sus aspiraciones a la Moncloa pese a haberse dejado el veinte por ciento de sus diputados frente a un rival en caída libre. Una vez más, la indecencia del candidato socialista se basa en que ha contribuido a enmascarar el fracaso de Rajoy.

No se puede minusvalorar el triunfo de los refugiados políticos, de los hermanos menores que han salido respondones a PP y PSOE. Tanto Podemos como Ciudadanos han logrado que acudir a las urnas vuelva a ser sexy, nunca un voto había sido tan útil. Millones de huérfanos del bipartidismo han elegido deliberadamente a formaciones débiles, para asaltar de forma más directa y pacífica el sistema nervioso central del poder.

España se ha complicado la vida. Sin embargo, la continuidad de Bárcenas como referente, o el mantenimiento sin cortapisas de un presidente que excusa a Rodrigo Rato, debía desembocar en el rechazo de la mitad de los votantes. Cuatro millones de personas pueden estar tan equivocadas como una sola, pero la lógica futbolística abrazada por Rajoy recomienda la destitución del entrenador en controversias de tal desproporción.

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