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Sobre ascuas

Rajoy no llena ni el Plasma Arena

Reinaba una notable expectación ante el desembarco en Mallorca de la cúpula del PP, por si venía Soraya en lugar de Rajoy. Imaginen la decepción...

Rajoy no llena ni el Plasma Arena

Reinaba una notable expectación ante el desembarco en Mallorca de la cúpula del PP, por si venía Soraya en lugar de Rajoy. Imaginen la decepción, al verificar que Madrid siempre nos remite la propuesta menos deseable. El presidente del Gobierno no se perdería una mañana de disfrute del "porte y la percha" de Mateo Isern, que entregó Cort a la izquierda gracias a las políticas de La Moncloa. Los dos líderes no pudieron estar a solas, pero tampoco se dieron un baño de multitudes. La gran noticia del 20D es que, por primera vez en la historia de las elecciones democráticas, los populares no organizan un masivo mitin central de campaña en Palma. No vale alegar que Rajoy se negó a pernoctar en la isla porque "no me gustan las ecotasas", y se ahorraba así el pago del impuesto.

Rajoy no llena ni el Plasma Arena, con perdón por el pareado que prohíben los libros de estilo. Pese a la pericia de los fotógrafos en la recreación de multitudes, dos centenares de sillas desperdigadas por el Parc de la Mar no solo desmerecen del antaño partido único de Mallorca, cuando Dios los creaba y el PP los juntaba. También defraudan a quienes desde los lejanos años ochenta hemos asistido a los delirios colectivos de Fraga, Aznar y del propio Rajoy. La imagen maternal de Norma Duval acunando a Joan Fageda delante de Aznar, mientras el alcalde de Palma gritaba que "los socialistas van a robar hasta el carro de Manolo Escobar", exigía una secuela contemporánea.

En los últimos años del reinado de Juan Carlos de Borbón, su presencia en más de un acto era recibida con una mueca de decepción, porque los organizadores hubieran preferido que La Zarzuela enviara a la mediática Letizia. La popularidad personal de la princesa amenazaba con perjudicar al conjunto de la institución. En el imperio de la imagología, también la abdicación de Rajoy en su Soraya para todo desluce el brillo ya menguado del presidente del Gobierno. Ahora solo falta traducir la desilusión en votos, vuelve a cumplirse el síndrome de Eva al desnudo. Con perdón, porque nadie desearía ver sin ropa a los protagonistas de esta historia.

En el mitin de Aznar en Son Moix previo a su primer triunfo electoral en 1996, una porción importante de la grada abucheó al entonces president conservador, Cristòfol Soler. Dos décadas atrás, el PP desbordaba reciedumbre en el discurso y en la réplica de su público. Basta comparar aquella exuberancia con las cautelas desplegadas ayer por Rajoy, con más matices que un cuadro impresionista. Se aproximan tiempos sin mayorías absolutas, en los que será vital negociar. Por desgracia, la vocación de los populares impulsa a comprar y vender.

Rajoy sentenció ayer los mitines de la vieja política, al día siguiente de la exhibición de músculo de Pablo Iglesias en el Palma Arena. Al presidente del Gobierno le traicionó el subconsciente al decretar: "Podemos obtener una gran victoria". Traduciendo el idioma sioux de su infinitivo., "Podemos obtendrá una gran victoria". Como mínimo, demuestra una curiosa fijación con la marca rival.

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