Catalina Cladera, la otra cara de la moneda de Francina Armengol, clona en Mallorca los resultados de la presidenta del Govern en Balears. Frente al verbo explosivo, la risa sonora y el carisma político de la presidenta del Govern, la probable jefa del Consell (salvo que sea moneda de cambio con Més) exhibe un perfil técnico, una voz susurrante y un estilo alejado de la grandilocuencia verbal. Los socialistas preservan el Consell para la izquierda con dos políticas que se parecen como un huevo a una castaña. Acaparan voto que en 2015 se desperdigó hacia Podemos y Més.

Armengol y Cladera cabalgan a lomos de la ola de Pedro Sánchez. El secretario general fue desahuciado de Ferraz por los barones del partido y conquistó La Moncloa después de recorrer España a bordo de su Peugeot. Gracias a Sánchez, la política de Inca reinará en Balears y la de sa Pobla será su probable princesa feudataria en Mallorca.

¿De qué sirve gobernar Mallorca? Con ejecutivos del mismo color se pierde toda la emoción. José Ramón Bauzá, hoy eurodiputado de Ciudadanos por La Rioja, relegó y anuló a Maria Salom en su despachó de la calle Palau Reial entre 2011 y 2015, cuando era supuesto presidente del Govern de Balears en representación del PP. Lo mismo que hizo antes Gabriel Cañellas con Joan Verger.

Las elecciones y las funciones del Consell de Mallorca son tan confusas como los colores de las papeletas de la cuarta urna que los electores se encontraban ayer en los colegios electorales. El gris apenas se distinguía del azul de las europeas en el interior de las cabinas o en los colegios electorales escasos de luz.

La confusión de colores es una metáfora de las sombras que envuelven la institución. Una señora se presenta en una mesa de Son Tugores, en Alaró, con solo tres sobres. La presidenta pregunta si quiere abstenerse en la votación de la institución insular. La mujer duda. Se paraliza el proceso. Le explican el mecanismo. Al final decide seleccionar una cuarta papeleta y se dirige a una cabina. Minutos después se presenta con dos sobres. Nuevas explicaciones de la presidenta. Resuelto el embrollo, la ceremonia democrática continúa.

La anécdota ilustra el sino del organismo insular. La mayoría de los mallorquines son incapaces de diferenciar sus funciones de las del Govern. Decenas de miles de ellos tampoco entienden por qué hay que votar dos veces para lo mismo.

Solo Maria Antònia Munar creyó en el Consell. Y la cosa acabó muy mal. Liquidó un partido y llevó a la cárcel a media docena de políticos. A Jaume Matas le importaba tan poco que se lo regaló a la presidenta de UM en 2003 pese a no necesitarla para conquistar el Govern. Miquel Ensenyat se ha escapado a la primera ocasión hacia el Parlament pese a que en el programa de Més se defiende vaciar de contenidos el Consolat de la Mar en beneficio del Consell.

Jaume Font se ha quedado a un paso de alcanzar el objetivo que persigue desde que rompió con el PP: ser decisivo en alguna institución supramunicipal. Con un escaño más hubiese podido negociar el Consell a derecha e izquierda. Su poder sigue reducido a los ayuntamientos.