¿Quién da más? Con los resultados de ayer, el Consell vuelve a situarse como pieza propicia para ser entregada a quien esté en condiciones de proporcionar una mayoría estable en el Parlament. Si la izquierda -PSOE, Més, Podemos- articula una alternativa para echar a Bauzá del Consolat de la Mar tendrá que repartirse la tarta. El Govern es la pieza de caza mayor, el Ayuntamiento de Palma es una buena captura y el Consell es la hermana pobre que, al menos hasta ahora, se daba a quien con un magro resultado otorgaba mayorías a diestra o siniestra. El problema radica en que si hay Pacto de Progreso III, quienes lo formen se hablarán de tú a tú. Una relación que complica el reparto.
En el pasado todo era más fácil. El Consell de Mallorca se estructuró a mayor gloria de una política que hoy está en la cárcel. Era la época en que se vendía como "el verdadero gobierno de Mallorca", se impulsaba un deporte "nacional" de la isla y se creaba una televisión para loar a UM y a su presidenta. Una vez eliminada Maria Antònia Munar de la vida pública por obra y gracia de la Justicia y de una larga ristra de casos de corrupción, la institución había perdido su razón de ser. De hecho, durante los últimos cuatro años Bauzá había ninguneado al organismo insular con la convicción de que de está forma también anulaba a María Salom. La de Inca estaría encantada de suceder al de Marratxí en el Consolat de la Mar.
Si durante la campaña electoral usted apenas ha notado la presencia de los candidatos a sentarse en el edificio neogótico de la calle Palau Reial, si apenas conoce su programa y ni siquiera recuerda sus funciones, no se preocupe, los políticos profesionales tampoco superarían un test de conocimientos sobre esta institución.
La decisión de que los integrantes del Consell fueran elegidos en urna y papeleta aparte -antes eran votados en la misma ronda que el Parlament- solo ha conseguido complicar la vida a los integrantes de las mesas electorales y a los periodistas. Los primeros tienen un 33% más de trabajo sin compensación económica adicional y los segundos se ven obligados a cerrar más tarde sus ediciones.
Tanto esfuerzo y derroche para nada porque, al final de la larga noche de recuento, el resultado es mimético al de la votación autonómica. Por tanto se repiten los mismos problemas que en la institución suprainsular. Con una salvedad. Cuando no hay mayoría absoluta, el Consell se convierte en moneda de cambio para la formación de gobiernos autonómicos. La historia lo demuestra.
Fue la pieza entregada en 1983, cuando el PP cedió la presidencia del Consell de Mallorca a Jeroni Albertí a cambio de que Gabriel Cañellas se sentara en el Consolat de la Mar, según los acuerdos guardados bajo llave en la Fundación March. También en 1995, cuando la izquierda entregó la institución a Maria Antònia Munar como una forma de erosionar el poder omnímodo de un PP que acababa de alcanzar su primera mayoría absoluta en solitario al tiempo que se abocaba a la legislatura de los tres presidents. En 1999 fue la pieza entregada por el PSOE y el PSM, como siempre a Munar, para formar el primer Govern de izquierdas de la comunidad. Cuatro años después, Matas regaló la institución insular a política de Cositx pese a que había logrado la mayoría absoluta en Balears y no la necesitaba en el Parlament. El pacto escrito en numerosas sentencias judiciales fue tú saqueas el Consell y yo saqueo el Govern. Y a fe que lo hicieron a fondo.
En estos últimos cuatro años, Bauzá ha arrinconado el Consell para restar protagonismo a su adversaria Salom. Sí, son del mismo partido, pero hay días en que no lo parecen. Ahora, sin mayorías absolutas, el organismo al que tanto lustre -y poco más- dio Maria Antònia Munar volverá a cobrar protagonismo.
