Análisis

La apuesta de Sánchez deja a Feijóo a las puertas de La Moncloa

Las elecciones generales se celebrarán cuando es probable que PP y

Vox todavía estén negociando la composición del Gobierno balear que ha de presidir Marga Prohens

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo.

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. / EP

José Jaume

José Jaume

Lo que no puede negarse es el arrojo de Pedro Sánchez al disolver las Cortes convocando elecciones para el 23 de julio. Es apuesta arriesgadísima, que evidencia la precariedad de las posiciones socialistas ante la avalancha de las derechas acaecida el domingo. El presidente del Gobierno probablemente no podía sustraerse a la inmediata convocatoria electoral, porque lo que quedaba de legislatura era un sinsentido, en el que quedaría evidenciada tanto la ausencia de respaldos del Gobierno como la aguda división del mismo, con Podemos enloquecido al verse reducido a cenizas, y una oposición de PP y Vox avasalladora, sin dejar de lado el desapego de los partidos nacionalistas e independentistas, en especial ERC, al que le toca curar muchas y profundas heridas sufridas el domingo, empezando por el desastre de Barcelona. Sánchez ha hecho lo que correspondía: jugársela al todo o nada, y hay sólidas posibilidades de que salga nada. No descartemos, sin embargo, que la acreditada resistencia del presidente depare la sorpresa el 23 de julio. Lo que queda al margen de la duda es que el anuncio de elecciones ha dejado triturado a Podemos, sin alternativas, sin margen más que el de integrarse en la plataforma de Yolanda Díaz, salvo que Pablo Iglesias quiera ser Sansón derrumbando el templo con todos los filisteos dentro. No descartemos que esa sea su intención: el fundador de Podemos es autodestructivo, un político corrosivo para los suyos, incapaz de sostener lo que decisivamente contribuyó a crear.

En Mallorca el PSOE tendrá que fletar una candidatura potente, que esté en condiciones, contando con la imprevisible movilización del electorado de la izquierda en España, de plantear batalla a las listas de la derecha para retener los diputados atesorados en las anteriores elecciones generales. La candidata plausible para intentarlo, sin ninguna garantía de éxito, es la que va a dejar de ser presidenta de la Comunidad Autónoma. Francina Armengol está llamada a jugársela otra vez sin tiempo de recuperar el resuello de la sucia campaña de las elecciones autonómicas y del tristísimo resultado que le han endosado. Los socialistas saben, son zorros viejos, que las derechas van de crecida, que aspiran a desbordar las márgenes en las que acampa el electorado del PSOE. Confiar en Armengol es la mejor baza que pueden oponer; lo es, insistamos, dependiendo de las condiciones ambientales que en julio imperen en las Españas. Las islas siempre se han caracterizado por votar homogéneamente con lo que se ha dilucidado en todo el territorio, con alguna peculiaridad, cierto, pero sin desentonar de los resultados globales.

Otro de los asuntos a dilucidar es el de si los clérigos de Més, que se ufanan, en ausencia de hueso más suculento que roer, de haber sostenido su representación institucional, serán capaces de entender que necesariamente han de ir a las elecciones englobados en la candidatura de Yolanda Díaz, es decir con Izquierda Unida y los restos de Podemos. Por separado, la nueva debacle queda sobradamente garantizada, lo que supondrá escaños adicionales para las derechas. Conociendo cómo se bandean los soberanistas y la inquina que profesan a sus fraternales adversarios de la otra izquierda no hay que dejar de lado que se frustre lo que la lógica demanda.

Las derechas mallorquinas, sin tiempo para empezar a gozar de los días de vino y rosas que les aguardan, después de ocho años de padecimientos sin cuento, tienen que alistarse para la nueva contienda, que no les será tan fácil como algunos de sus dirigentes prevén: la izquierda, acongojada ante la descomunal cornada que ha recibido, de aquí al 23 de julio intentará no dar respiro. Y, cuidado, llegarán las elecciones con PP y Vox enfrascados en la enconada negociación para constituir al futuro Gobierno balear, que será de coalición o no será, aunque Marga Prohens tenga la ensoñación de ir en solitario.

¿El desenlace? Lo que priva es anticipar que Alberto Núñez Feijóo se instalará en La Moncloa. Está por saberse.

Suscríbete para seguir leyendo