Elecciones Autonómicas en Baleares: Un mapa electoral de contrastes a solo tres kilómetros de distancia

La vorágine cultural de Son Gotleu choca con la homogeneidad del Passeig Mallorca, sin embargo la principal preocupación en ambos barrios tiene un denominador común, la inflación

Elena García

Elena García

A las 9:08 minutos quedaba constituida la cuarta y última mesa electoral del CEIP Jaume I de Palma. Ese pequeño retraso provocaba las primeras y madrugadoras colas en un barrio dominado por la clase media y alta pudiente de Ciutat. A tan solo 3,5 kilómetros, el CEIP Joan Capó, de la barriada de Son Gotleu, abría puntualmente sus puertas para recibir a los votantes más previsores de la zona. El compendio de culturas de este último contrasta con la homogeneidad del primero, también la velocidad en la que bajan las montañitas de papeletas según la sensibilidad del barrio

«El día está para votar», reconoce uno de los muchos policías locales a los que en la jornada del 28 de mayo le ha tocado hacer guardia a las puertas de uno de los 303 colegios electorales de la isla: «Este día tan feo empuja a la gente a no hacer otros planes». No le falta razón. Esa misma sensación la tiene también una de las muchas apoderadas que vigilan desde la distancia que nada se tuerza: «Aquí hay dos tipos de personas, las que de camino a misa hacen el pertinente parón y las que, aprovechando que han quedado para hacer un vermouth, se dan un rodeo». 

Colas en el CEIP Jaume I de Palma.

Colas en el CEIP Jaume I de Palma. / B.RAMON

La mañana en el CEIP Jaume I acontece sin problemas hasta que Catalina Villalonga comparece por las puertas del centro docente. A sus 94 años, y acompañada por su hija Catalina Isern, reconoce que ha perdido la cuenta de «las muchísimas veces» que ha ejercido su derecho al voto «en estas mismas urnas». «Nunca me había pasado, pero cuando he enseñado el DNI me han dicho que con ‘este plástico’ no podía votar», señala cariacontecida mientras muestra su documento de identidad, en una de sus versiones más antiguas, pero cuya fecha de caducidad es clara: ‘Permanente’. «Al final se lo han aceptado», desembrolla su hija, mientras Catalina se marcha pensando ya en la anécdota que contará a sus amigas.

A Catalina no querían aceptarle su DNI.

A Catalina no querían aceptarle su DNI. / B.RAMON

A pocos metros, Pilar Mulet se persona con una mascarilla en la cara. «No, no es Covid. Simplemente tengo algo de tos y constipado y no quiero contagiar a nadie», se disculpa al ser cuestionada. No es la única que ha optado por el cubrebocas en una fecha tan señalada. «He venido a votar porque se necesitan cambiar muchas cosas, empezando por la limpieza», indica algo abrumada. «Se entrometen en la vida de los ciudadanos e incluso se meten con las religiones. La inflación está disparada y eso no puede ser», apunta de camino hacia la puerta de salida, al tiempo que comparece un pequeño aupado en un veloz patinete. 

«Soy Spiderman y quiero votar», arranca su discurso, ante la alegre mirada de sus padres. Martí tiene solo cuatro años, pero en el deber de cualquier joven superhéroe la primera regla es ayudar a sus progenitores. Ni corto ni perezoso aparca con destreza su patín y comienza a doblar las papeletas que su madre, Ángela Amer, le proporciona junto al correspondiente sobre. «Martí, si quieres solucionar todo esto, tienes trabajo», le indica ella risueña, mientras el pequeño se encamina a las urnas donde quiere arrancar su cambio.

Martí acompañó a sus padres disfrado de Spiderman.

Martí acompañó a sus padres disfrado de Spiderman. / B.RAMON

No es el único menor que ha podido ayudar a sus padres en tan difícil tarea. Juan Zurita, de 7 años «aunque el lunes cumplo 8», ya ha hecho algo «como un grande». Su madre, Elena Rigo, le felicita por lo bien que se está portando y su gran maña para introducir el sobre en la urna: «Ya verás cuando se lo cuentes a tus hermanas, te van a tener envidia». 

El peuqeño Juan Zurita metiendo el voto de su madre en la urna.

El peuqeño Juan Zurita metiendo el voto de su madre en la urna. / B.RAMON

A 15 minutos en coche, el corazón de Son Gotleu late en el colegio Joan Capó de la calle Santa Florentina. La participación es alta, pero sobre todo diversa. Las culturas y las etnias comulgan por un mismo fin. Siete concurridas mesas, con sus correspondientes presidentes y vocales atienden a jóvenes, parejas con carritos, familias, residentes nacidos en otros países y un nutrido grupo de ancianos y ancianas pertenecientes a la cercana residencia Verge de l’Esperança. 

Sergio Arrones tiene 21 años y llega acompañado de toda la familia. Incluso una pequeña perrita, Nala, tampoco ha querido perderse la experiencia. «Estudio Ciencias Políticas y de la Administración en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y he cogido un avión solo para venir a votar en familia porque es mi primera vez», admite con un discurso elocuente. «Tenemos que seguir construyendo y la izquierda tiene que sumar», entona emocionado ante la orgullosa mirada de su padre: «Necesitamos una Palma más verde». 

Sergio Arrones, estudiante de Ciencias Políticas, ejerce su derecho al voto por primera vez.

Sergio Arrones, estudiante de Ciencias Políticas, ejerce su derecho al voto por primera vez. / B.RAMON

De una forma algo menos retórica, Mariama Barry también va a ejercer, por primera vez , su derecho al voto. A sus 18 años, la joven de Guinea-Conakri dice sentirse muy orgullosa de poder votar acompañada por los suyos, aunque preocupada «por unos precios que no paran de subir». A unos pasos de ella, en la mesa donde descansan todas las papeletas, un apoderado alza la voz.

Mariama Barry, junto a su familia, en el colegio Joan Capó de Son Gotleu.

Mariama Barry, junto a su familia, en el colegio Joan Capó de Son Gotleu. / B.RAMON

«Me dicen que hay apoderados encima de las mesas. Si alguien se siente coaccionado no puede ejercer su voto en condiciones. Si eso pasa, el presidente de la mesa es la máxima autoridad y se paralizan las votaciones. No se puede coaccionar el voto, las personas tienen que ser libres», expone ante la atónita mirada de los presentes, mientras a su lado, en un rinconcito, una compañera de un partido rival le explica con prudencia a una votante como debe proceder: «La papeleta blanca, en el sobre blanco; la papeleta azul, en el sobre azul».