Apenas siete kilómetros de distancia entre Pere Garau y Son Sardina dibujan la diversidad de Palma que se tradujo en la mañana de este domingo en los colegios electorales de Jafudà Cresques y el de Maria Antònia Salvà. El primero, con un censo de 17.562 electores frente a los 2.246 de Son Sardina, muestran los contrastes de un barrio que mantiene su raíz de "pequeño pueblo" frente al más grande de la ciudad que para muchos es el espejo de cómo se han fraguado las grandes urbes. Les iguala el haber sido madrugadores para ir a votar en las disputadas elecciones autonómicas, municipales, al Consell y a las europeas. En ambos colegios, nada más abrir sus puertas, ya se concentró un buen número de votantes.

"Trabajo hecho", exclama una pareja de media edad al salir del colegio de Maria Antònia Salvà tras depositar su voto. En el otro extremo, en Jafudà Cresques ha habido un poco de "despiste" porque "nos han cambiado el lugar donde solíamos ir". Un interventor de Més explica que esa y "que no hayan llegado papeletas a los domicilios son las únicas quejas" en una jornada que está siendo tranquila.

En ambos barrios, el color político oscila entre el rojo socialista de Pere Garau y el verde de Més, aunque hoy algunos lanzaban su reproche a un partido que ha propiciado la ampliación de la autopista a Campos.

"No tenía claro a quién votar ni en el Consell ni en el Govern por el tema de las autopistas. Me planteé voto nulo o no votar; pero he decidido votar", cuenta Joan Morell, un historiador de 24 años. Antes de salir de excursión hacia el castell de Alaró, se va a parar en Santa Maria para que vote Pilar Cañellas, una enfermera de la misma edad que ha pedido "un poco más de inversión en Sanidad".

Pedro Riojano vive en Son Sardina desde que se casó. Es uno más. "¡Soy jubilado€.! Tengo claro mi voto. Solo hay una persona a la que puedo votar", señala convencido. En la otra mesa, aguarda cola Guillem Martorell, "un sardinero de toda la vida"; la suya tiene 86 años. Sentado en su silla de ruedas, se levanta y agarra el DNI porque le toca turno: "No me da pereza venir a votar porque es mi obligación". Viudo desde 2005, cuando se le pregunta qué se puede mejorar en el barrio, ironiza: "50 años menos", los suyos. Sonríe y deposita sus cuatro sobres.

El salto generacional lo expresan Andreu Mut y Andreu Segura, ambos recién estrenados puesto que a sus 18 años, votaron por primera vez en las elecciones generales de abril. Un mes después, vuelven a pie de urna. Y desde Son Sardina vindican "ser más independientes de Palma porque el sentimiento de Son Sardina es que somos un pueblo".

Pere Garau es la zona multicultural de Palma desde hace algo más de dos décadas. Una de las primeras marroquíes que llegó a Mallorca, Zohra Berrouhou, vota siempre "a los socialistas". Cuenta con orgullo, tras haber depositado sus cuatro apoyos al PSOE, que "mis cuatro hijos han nacido aquí: uno es profesor en Son Cladera, y otro trabaja en la EMT. He trabajado todo mi vida para ellos".

Como otros de sus vecinos, luce orgullo de barrio aunque hay quien espera tras las elecciones que "haya más seguridad y limpieza". Éste último es el talón de Aquiles de la zona que convive con "el incivismo de quien no recoge las cacas de sus perros" y de las basuras dejadas fuera del contenedor.

En el Jafuda Cresques, al filo del mediodía se ha incrementado el número de votantes. Aparece el candidato de Vox a la alcaldía de Palma, Fulgencio Coll. "Voy a visitar todos los colegios de la ciudad. Animo en este día grande que voten". En apenas 2 minutos, sale del colegio electoral. Entra el cartero con los votos por correo que entrega en mesa. Vidilla en el colegio de Jafuda Cresques.

Entre Rosa Colom y Gerard Bibiloni median 91 años, los que tiene ella. El pequeño Gerard nació ocho días atrás. Sus padres, Joan Bibiloni y Silvia Estévez, se encuentran "por casualidad" en el patio del colegio con los abuelos, los padres de ella, Manuel Estévez y María Vanrell. Los más jóvenes han emitido su voto. Les toca a los felices abuelos. Son de Pere Garau "de toda la vida". Le piden a los que salgan elegidos "que se vea el trabajo y que no se proteste tanto". Por de pronto, en su opinión "limpiar las calles y poner multas a los que no recogen las cacas de sus perros" es prioritario.

"Estas elecciones son más importantes que las generales porque el municipalismo es el que está más cerca. Creo que las cosas para Palma han ido bien, y aunque siempre se da algún punto de decepción, este porcentaje no puede cambiar mi voto", expresa Francesc Crespí, un filósofo de 23 años, que pide ya "un casal para el barrio". Él siente "orgullo de ser de Pere Garau" porque "es un poco pueblo pero con muchas culturas".

Sale Miguel Nguema, un guineano que lleva veinte años residiendo en Pere Garau. "Siempre he votado a los mismos. Pido inversiones en Sanidad y Educación, los capítulos más importantes de cualquier gobierno". "Espero que lo cumplan", dice en un perfecto castellano.

Ganas de ser mayor

Entre los nonagenarios que cumplen "con su deber", los recién estrenados en las urnas como los estudiantes de FP de Son Sardina que piden una "cierta independencia" de la ciudad que centraliza, se encuentran los futuros electores.

Es el caso del pequeño Xavi Campins, que cuenta que ellos ya votaron "en el colegio". Lo explica, junto a sus padres a quien ha acompañado a votar. "Hace dos años que vivimos en Son Sardina. Antes estábamos en Marratxí", cuenta el progenitor. "Tengo ganas de ser mayor para poder votar". Le quedan diez años para ejercer su derecho. La familia abandona el colegio de Maria Antònia Salvà. El crío pregunta: "¿He respondido bien?".

En siete kilómetros, las diferencias se miden en el número de habitantes. Un censo abultado en el multiétnico de Pere Garau que reclama un casal, mejoras en la limpieza. Entre almendros, los de Son Sardina, a cuestas siempre de perder su brote verde en aras de futuras ampliaciones de segundo cinturón. Caería el rojiverde.