A la hora del vermut irrumpió Pedro Sánchez en la plaza París en olor de multitudes y selfies. El presidente del Gobierno en funciones mantiene un idilio con la calle, el mismo que le llevó a derrotar al aparato del partido con el apoyo de la militancia.

"Soy del PSOE de toda la vida, desde los tiempos de Felipe [González]. Aunque si ahora tuviera que elegir, eligiría a Sánchez. Felipe nos enseñó el camino, pero debería haber renunciado a trabajar en grandes empresas", valoró Juan Cáceres, un veterano simpatizante. "Armengol no me entusiasma, pero en su momento fue 'pedrista' y confío en ella", añadió.

Sánchez seduce y moviliza, por lo que el PSIB recibió como un regalo su presencia en Palma en una recta final de campaña en la que los socialistas solo temen a la abstención. La organización había previsto la asistencia de 500 personas, pero finalmente el aforo se duplicó. Muchas canas y mayoría de mujeres.

"Sánchez tiene que ponerse las pilas porque queremos ver a España bien arriba", opinó Carmela Quiñonez, originaria de Ecuador. "Allí no estaba en política, me empezó a interesar aquí y me hice socialista porque el PP era muy corrupto", valoró. "Además siempre están insultando", terció a su lado una compatriota, Ester Caicedo.

Todo bajo control

Los estrategas de campaña dejan poco espacio a la improvisación. Sánchez se bajó de un coche en la plaza Santa Pagesa para recorrer a pie un corto trecho hasta la plaza París. "El presidente irá a saludar a aquella señora de rojo", informó un miembro de la organización. Hubo saludo precocinado y después codazos por hacerse un selfie con el presidente, aunque no todo el mundo estaba a gusto. "Nunca había visto Blanquerna tan limpia y protegida", expresó con ácida ironía un hombre sentado en una terraza.

Dos mujeres aguardaban pacientes el inicio de los parlamentos. "Soy socialista de toda la vida", afirmó Josefa Torres. "Yo lo era, ahora no", intervino Antonia Freixas. "Soy afiliada a UGT y jubilada, pero he cambiado por el tema de la lengua. Me fastidia mucho que cuando voy a Barcelona y digo que soy de Mallorca, me respondan que vengo de 'les illes'", explicó la mujer. "Es verdad, a mí el tema de la lengua tampoco me gusta. Francina [Armengol] se está equivocando", espetó Torres.

Freixas sacó una bandera española del bolso. Del balcón al mitin. "Mira, pienso sacarla, Sánchez también lo hace", advirtió.

No todo el mundo fue bienvenido. Un miembro de la seguridad de Sánchez expulsó a una mujer que había desplegado una pancarta con mensaje feminista: 'Señoras y señores, vecinas y vecinos, españolas y españoles. Primero en femenino'. "Quería que el presidente lo leyera porque me parece importante. No estaba faltando al respeto a nadie", lamentó la mujer desde un rincón de la plaza.

"¡A por todas!", "¡Ánimo"!, se gritaron dos mujeres al cruzarse. Había una indisimulada fe en reeditar el triunfo socialista de las generales. "Mira, solo hay dos opciones: PP o PSOE, y todo los demás son historias", apuntó Miguel Riera. "Yo soy del PSOE por oposición al PP, que solo trae recortes y corrupción", zanjó.

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