La estampa de seis hombres contra una mujer ya solo sobrevive en el paseíllo de los festejos taurinos. Dada la proliferación de asesores, cuesta entender que todos los partidos hayan incurrido en la torpeza de ahorrarle una rival femenina a una Francina Armengol demasiado confiada, como si se creyera las encuestas.

Los siete candidatos son perdedores minoritarios, por lo que buscan refugio en el bloque más acogedor. Solo dos repiten, Armengol y Font son además los únicos que alguna vez soñaron con llegar al Consolat. También suspiran por gobernar juntos, se entienden a la perfección. Sin embargo, Julieta y su Romeo pueden verse obligados a envenenarse mutuamente, para alinearse en cada caso con los ecocapuletos de Podemos y Més o con los ultramontescos de Ciudadanos, PP y Vox. La política de pactos consiste en que los socios se odien más que los rivales.

Sánchez copió el dontancredismo de Rajoy en los debates de las generales, y Armengol imita hoy al Sánchez en trance místico. A cambio, nadie ha hecho más que la presidenta por la candidatura de Biel Company, que desde fuera parece ya su vicepresidente. Los asesores populares deberán decidir si fue buena idea encasquetarle una camisa de fuerza, y desviar su prosa incendiaria al despliegue gestual de Louis de Funes. Tuvo que dar marcha atrás en el descarte del pacto con Vox que había anunciado anteanoche en IB3, habrá entendido por fin los números.

Company parecía ayer el moderador en pista, mientras Marisa Goñi se medía en solitario a un público temible. "Esto no es Cataluña", le remite un espontáneo a Juan Pedro Yllanes. El jefe de prensa de Podemos le indica a su candidato que no replique, cerrándose la boca con los dedos. El juez desobedece, por supuesto:

Si no me lo llega usted a decir, no me entero.

Yllanes tiene más ganas de gobernar que Armengol. No cabe descartar que exija tres consellerias, para ocuparlas todas personalmente. Cabría hablar de debut, porque a fecha de hoy ha hecho mucho más por Mallorca en calidad de magistrado de la Audiencia que de diputado en Madrid.

Los debates solo empiezan cuando interviene Font, con una energía que resucitaría a Punset. Ayer sorprendió enarbolando la Constitución.

Culminaba así la tendencia de los políticos actuales a proclamarse constitucionalistas, el oficio de moda tras el ocaso de los DJs o Disc Jockeys y de los CJs o Cortadores de Jamón. El regionalista citó a su patriarca Cañellas, que nunca pactaría con "los rojos".

Si los niños votaran, Font obtendría mayoría absoluta. Marc Pérez-Ribas debe compartir párrafo con el tronco del Pi porque el candidato de Ciudadanos habla menos de lo imprescindible, siempre pasapalabra. Aznar dijo un día en Formentor, tras una expansión oratoria de Jaume Matas, que "no hay nada más peligroso que ponerle un micrófono delante a un político". Ergo, el hombre de Albert Rivera en Mallorca no es político.

Miquel Ensenyat declaraba ayer a este diario que "mi defecto es que tiendo a la dispersión". Por la tarde, lo puso en práctica, aunque logró un aplauso unánime al pedir perdón al público sometido a los rigores de la campaña electoral perpetua.

El adoctrinamiento implacable que denuncia Jorge Campos no debe ser tan ominoso, cuando fracasó evidentemente en su caso. El candidato de Vox no odia al mallorquín ni al balear, odia a Mallorca y a Balears salvo como ingredientes salseros de su divina España. Por ello mismo, se encuentra fuera de ámbito en las autonómicas que detesta. Madrid le mata.

Mal que le pese a Campos, la ultraderecha moderada posee un elevado componente de mallorquinidad, que la pujante Malena Contestí y el teniente general Fulgencio Coll representan con mayor precisión que el precursor y protomártir de la cruzada de Reconquista de la isla. Su obsesión con el adoctrinamiento de los alumnos peca de extemporánea, si se tiene en cuenta que los mozalbetes acaban votando en masa a PP o Vox.

Así se mostraron los siete personajes en busca de autonomía. Nunca la oferta fue tan variopinta, pero los actores arrastran ya demasiadas funciones de la misma obra.