"Un grupo me rodeó en una discoteca de Gomila y me dio un puñetazo en el estómago. Me llamaron maricón. Yo tenía 23 ó 24 años". El testimonio es de Pep Vicens, a las puertas de los 40. El rostro aún se le descompone cuando recuerda y relata el episodio. En la calle Olmos, se da el lote con su novio visiblemente feliz -y empoderado- frente al balcón de la sede de Vox en Palma. Aquel día en la sala de fiestas, ultrajado, agachó la cabeza y no denunció. "No lo hice porque pensé que vendrían a por mí". Hace más de 15 años. "El contexto social era otro". Hoy protesta besando fuerte y con ganas. No está solo. 25 personas más se buscan las bocas. La convocatoria es de Crida: la formación presenta su programa de medidas en materia LGTBIQ. "Lo hacemos aquí para recordar que la extrema derecha no pasará".

La pareja de Pep, el profesor de la UIB Juanjo Bermúdez de Castro, ha sufrido agresiones por ir de la mano con otra persona de su mismo sexo. Hace dos años, al tiempo que visitaba el Museo Thyssen con su exnovio, se celebraba una manifestación del Foro Español de la Familia. "Se nos acercó una señora mayor. Nos dijo que todos esos cuadros se conservaban gracias a los fascistas y que de nosotros, los maricones, no iba a quedar nada".

El balcón de Vox está desierto y llega la policía. "Ya estamos todos", alguien dice. Pero no hay foto todavía: falta el pasquín de Crida. Alguien ha tenido un descuido y hay que traerlo, dicen. Tampoco hacía falta. La prensa agradece la espontaneidad de un despiste en días de logos y consignas precocinadas. Siempre que la espera sea breve y los besos para los flashes, largos.

La formación, con Manel Domènech como candidato a alcalde (él también tocó labios, como uno más), es neófita en esto de la política. Resulta fresca. Muy 70's. Vecinal. No hay asesores ni jefes de prensa tratando de convencerte de bonanzas que cotizan a la baja en la subasta electoral. En Crida no hay maquinarias engrasadas. Y, claro, un cierto desorden reina a la hora de montar la foto.

El modisto Rafa Pizarro (el diseñador de la Adoració dels Reis en Ses Voltes) se ha traído la bandera arco iris de casa. "Llevo una camiseta cañera que dice 'Somos los que no paramos de luchar'. A esta gente (señala al balcón) hay que plantarle cara", sostiene. "Representan el machismo, el racismo, la lgtbfobia y el retorno al pasado. Nos negamos a que se normalice el fascismo en las instituciones", interviene Toni López, quien introdujo algunas de las medidas de la formación municipalista, crítica también con la izquierda del Govern de la Gent, flamante nomenclatura de la progresía institucionalizada.

"Crearemos la concejalía de política feminista y de derechos LGTBIQ. Estableceremos una cuota mínima de contratación pública del colectivo para garantizar una inclusión laboral real y evitar especialmente la discriminación de las mujeres trans. Las asociaciones que luchan por la diversidad dispondrán de un espacio municipal. Y a nivel educativo se impulsarán jornadas para incrementar el conocimiento sobre los distintos modelos familiares no normativos", defiende el partido, que ayer también anunció que las retribuciones de sus cargos electos no serán superiores a 2,5 veces el salario mínimo.

Catalina Moragues se ha dado besos con sus amigas. Es estudiante de Psicología. Forma parte de la comisión feminista de la UIB, engendrada el pasado 8 de marzo. "Me gusta que la lucha se haga desde la diversión y el amor, como la iniciativa de hoy", comenta. Un humor heredero de las protestas feministas de los setenta, auténticas performances con detenciones policiales incluidas. Véase en el 68 la mítica No More Miss America, una irrupción en el certamen con la instalación de un cubo de basura donde se arrojaron sujetadores, fajas, rellenos, ollas, pestañas postizas o maquillaje. La intención era quemarlo todo, pero hubo quien salió con las esposas puestas.

A Maria del Mar Martos también le gustan las iniciativas de visibilización, mejor si son festivas. En su caso, le gustaría no tener que dar tantas explicaciones cuando revela que es bisexual. Su amiga Marina Pascual, también estudiante, ha padecido la incomprensión en el seno familiar. "Me dicen que haga lo que quiera, pero en la intimidad". Hoy se ha dado besos en la vía pública, a cara descubierta.