Parece que el ladrillo y el cemento han dejado de ser tema tabú en esta comunidad en la que los residentes en viviendas de protección oficial son una especie más en vías de extinción que las famosas nacras. No hay vivienda porque la vivienda que hay está en manos de quien se la puede permitir a los precios exorbitantes que marca el mercado. No hay vivienda porque sus poseedores prefieren tenerla cerrada nueve meses al año para alquilarla los otros cuatro a los precios exorbitantes que marca el mercado. Habrá de utilizarse el suelo disponible para construir más. Lo dicen todos los candidatos, en un festival electoral inmobiliario sin precedentes. Los partidos han puesto en marcha las hormigoneras. Puestos a elegir entre mil, cinco mil, seis mil u ocho mil casas, será cuestión de decantarse mirando los acabados. Y las facilidades de pago. Si ya no quedan nacras, comeremos mejillones.

De viaje por Guatemala, mucho me sorprendía observar enormes carteles en solares en los que se leía "Este terreno NO está en venta". Me explicaron que había quien vendía las parcelas ajenas a ingenuos que llegaban allí con sus hormigoneras y sus ladrillos y se encontraban con que habían pagado por levantar un hogar en la propiedad de otra persona. Me he acordado de estos anuncios en las afueras al escuchar a los cabezas de cartel de Palma vendiendo sus planes sobre Son Busquets. Tal vez al ministerio de Defensa le interesaría colocar en dicho espacio una gran valla en la que ponga "Este solar es mío. Firmado, ministerio de Defensa", para que el votante no se confunda y crea que alguno de los presentes en la liza electoral puede mover una grúa en aquel lugar. Ni hoy, ni la semana que viene, ni el año que viene, siendo optimistas.