El Consell, en el juego de Los pactos

El organismo insular ha sido moneda de cambio en la mayoría de los acuerdos de gobierno en Balears

Llorenç Galmés deposita, ayer, su voto junto a su familia.

Llorenç Galmés deposita, ayer, su voto junto a su familia. / PP

Joan Riera

Joan Riera

En 1983, los hermanos Juan y Carlos March sellaron en la sede de su fundación de Madrid el acuerdo para que Gabriel Cañellas se convirtiera en el primer president autonómico. La contrapartida fue que Jeroni Albertí, entonces enrolado en la Unión de Centro Democrático, controlara el Consell de Mallorca.

En 1995, se presentó la opción de que el PP de la triple presidencia (Cañellas, Soler, Matas) entregara el organismo insular a Maria Antònia Munar. Sin embargo, en una arriesgada jugada política, el socialista Francesc Triay y el nacionalista Pere Sampol se adelantaron y ofrecieron el control al partido menos votado: Unió Mallorquina. En aquel momento, los populares se encontraban enfangados en la corrupción del caso Túnel de Sóller. Así surgió el primer Pacto de Progreso, que cuatro años después se trasplantó al Govern. En 1999, Munar mantuvo el control de Mallorca a cambio de facilitar el primer Govern balear de izquierdas, que integraron PSOE y PSM.

En 2003, Jaume Matas no necesitaba a Munar para retornar al Consolat de la Mar. Sin embargo, entregó el control del edificio neogótico de la calle Palau Reial a la lideresa de UM. Evitaba así la repetición de la jugada de ocho años antes. Esta operación inauguró la legislatura de la corrupción ilimitada, que concluyó con los dos protagonistas en prisión.

En 2015 se abrió de nuevo la opción de un pacto de izquierdas. Entonces, una Armengol con un partido en horas muy bajas, se vio obligada a entregar la presidencia del Consell a Miquel Ensenyat, candidato de Més, la recreación del nacionalismo de izquierdas (el de derechas lo acapara Vox).

Este repaso a la historia de los presidentes en minoría que ha tenido el Consell de Mallorca demuestra que ha sido utilizado sin pudor como moneda de cambio. Ni al PSOE ni al PP les ha preocupado en exceso ceder esta pieza para lograr otros objetivos. ¿Qué ocurrirá cuando en breve comience la negociación entre PP y Vox? Marga Prohens puede ofertar la presidencia a la ultraderecha y ascender en el escalafón insular a Pedro Bestard, el líder de los cazadores isleños.

Sin embargo, no es probable que Vox se conforme con una pieza que, aparentemente, es de caza menor. La alcaldía de Palma para el general Fulgencio Coll es el órdago más probable de la ultraderecha. Aunque, como se encargaba de remarcar una y otra vez el aspirante, el acuerdo se cerrará en Madrid entre las cúpulas estatales de populares y voxistas.

La alcaldía de Palma luce más. Tiene mayor visibilidad y peso político para el conjunto de los mallorquines. Sin embargo, el Consell maneja un presupuesto que supera los 605 millones de euros, en dos años se ha incrementado en más de un 18%. En cambio, el presupuesto de la capital es ‘solo’ de 487 millones. El organismo insular tiene competencias en materias sensibles para los ciudadanos como la política de carreteras, la cultura o la gestión de los residuos. El urbanismo es otra de las herramientas poderosas puestas en manos de la institución.

Quien asuma esta presidencia, manejará un factor importante de la política insular. Si es Llorenç Galmés, del PP, quedará subordinado a la acción de gobierno de Prohens. Si la institución cae, algo improbable, en manos de Vox, será el instrumento para hacer oposición a los teóricos aliados. Es lo usual.

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