En una era marcada por la inmediatez y superficialidad de las tecnologías, pensar de forma crítica se ha vuelto todo un acto revolucionario. El pensamiento crítico no es algo innato, sino que se educa y se entrena. Por esta razón, como madres y padres tenemos un gran poder: educar a nuestros hijos e hijas de forma que sean capaces de diferenciar entre el mundo real y el virtual, que puedan pensar por sí mismos sin caer en bulos o sin acogerse a los postulados de otros sin reflexionar. En definitiva, que aprendan a cuestionarse, a sorprenderse, a buscar respuestas... a pensar con criterio.

Sobre cómo fomentar el pensamiento crítico hemos hablado con José Carlos Ruiz, filósofo, profesor y autor de libros como "El arte de pensar" o "Filosofía ante el desánimo", quien nos ha dado claves muy interesantes al respecto.

José Carlos, ¿a qué te refieres cuando usas la expresión “pensar mejor”? ¿Se trata de una habilidad que podemos entrenar en nuestros hijos e hijas?

Pensar mejor es pensar con criterio. Implica evitar los procesos mecánicos de repetición si antes no han sido analizados. Podemos enseñar a nuestros hijos/as a pensar bien de manera sencilla, introduciendo en ellos el hábito de analizar las circunstancias que les rodean, tanto a ellos como a las demás personas que están a su alrededor, y prestar especial atención a los contextos que experimentan en cada momento, aprendiendo a diferenciarlos.

Estas dos cuestiones fundamentan uno de los pilares esenciales para que enriquezcan su crecimiento: la atención hacia lo externo. En una sociedad que tiende a fomentar un excesivo egocentrismo, sentir curiosidad por “el otro”, tratar de comprender los elementos ajenos a uno mismo que nos van configurando como sujetos, es un elemento de enriquecimiento que se sostiene sobre la diversidad.

Pero sabemos que la exposición prolongada a las tecnologías puede hacer que la capacidad de atención se vea dañada y, además, la inmediatez de las redes no invita demasiado a la reflexión. Entonces… ¿las madres y padres podemos paliar estos efectos y fomentar el pensamiento crítico?

La atención sostenida en el tiempo, especialmente en cuestiones que no les son atractivas, es uno de los elementos más importantes de cara a configurar la personalidad de nuestros hijos. No creo que sea un tema exclusivo de las tecnologías, si bien pienso que son el principal factor, pero la sobreestimulación a la que los sometemos no deja tiempo para el reposo.

A esto le unimos que hemos denostado del ámbito social la repetición y la rutina, que las experimentamos como intelectualmente castrantes.

"No hay tecnología capaz de igualar la intensidad de la atención de un niño que está siendo atendido y escuchado por un adulto".

Si queremos que su pensamiento crítico se vaya asentando es importante implementar rutinas de pensamiento con ellos de cara a que analicen y centren su atención en los temas que envuelven su cotidianeidad. No hay tecnología capaz de igualar la intensidad de la atención de un niño que está siendo atendido y escuchado por un adulto.

Cuando el niño percibe que su madre/padre está dedicándole tiempo, su atención se refuerza y su pensamiento pugna por mantener la atención del adulto, que la experimenta como una recompensa emocional orientada a reforzar su autoestima.

El objetivo pasa por lograr atraer su atención al plano de lo real (vs. lo digital) y tratar de asentar las rutinas diarias más satisfactorias dentro de esta realidad (diálogos, juegos de mesa, cuentos, cineforum caseros,…). Es una manera de fomentar un modelo de placer cercano y realista, frente a la idealización de las redes sociales.

Hablemos de los ideales virtuales. Decías en una ponencia de uno de nuestros eventos que exponemos a nuestros hijos a las pantallas sin educar previamente su mirada, ¿cómo se educa la mirada de los niños y niñas? ¿qué implicaciones tiene?

La educación de la mirada debería ser materia obligatoria desde infantil. Para ello es fundamental hacerles entender que las pantallas tienen un lenguaje visual distinto que la realidad. Y dentro de estas pantallas, es muy importante que sepan distinguir entre la intencionalidad de las imágenes de una película, de Instagram, de TikTok… No podemos mirar con el mismo criterio un video de YouTube, que una foto de Instagram, al igual que no nos acercamos a leer una novela con la misma actitud que si leemos un ensayo, los lenguajes con los que se construyen estos relatos son distintos.

Les dejamos interaccionar con las pantallas y consumir las imágenes digitales sin haber educado su mirada previamente. Pero no podemos olvidar que la mirada condiciona una gran parte de su pensamiento.

Es fundamental sembrar en ellos el hábito del cuestionamiento en la medida en que comienzan a consumir imágenes digitales. Se trata de que ellos activen el cuestionamiento y asuman cierto grado de escepticismo constructivo mientras miran la pantalla.

Es vital que ese hábito de preguntar que traen de serie no se limite a las cuestiones de cercanía, sino que también se teledirija hacia el mundo digital de manera que sean capaces de cuestionarse la realidad y la intencionalidad de aquello que consumen. Es un ejercicio que lleva tiempo e implica sentarnos con ellos al principio y enseñarles a que se cuestionen sobre la realidad o el simulacro de lo que ven.

Muchos padres y madres probablemente se preguntarán… ¿cómo podemos fomentar el pensamiento crítico en nuestros hijos si a mí en mi casa no me educaron para ello? ¿Puedes enseñar algo que no has trabajado tú mismo?

Creo que es fundamental potenciar en ellos una serie de habilidades que traen de serie pero que, a medida que crecen, se van aletargando. Me refiero al proto-pensamiento.

El proto-pensamiento está compuesto por 3 elementos: asombro-curiosidad-cuestionamiento. Todos tenemos estos 3 elementos pero, con el paso de los años, por la falta de práctica, por el abandono, la pereza, el cansancio… los dejamos de lado y perdemos la posibilidad de aumentar el pensamiento crítico.

Cualquier adulto que se pare a pensar un segundo reconoce la importancia de estos tres elementos, aunque no los practique. Nuestros hijos y también nosotros, vivimos con tal carga de estímulos que la saturación provoca que cada vez nos resulta más complicado asombrarnos. Hemos dejado que el asombro se asocie exclusivamente a cuestiones excepcionales. Para fomentar el pensamiento crítico, es necesario revitalizar estos tres elementos de manera encadenada.

Hay que potenciar en ellos el asombro de lo cotidiano, no de lo excepcional. Tenemos que educar el asombro hacia las cosas sencillas que nos rodean, cuestiones como la lluvia, la puesta de sol, el vaho que empaña el cristal del coche, el funcionamiento de un mando a distancia, el agua caliente que sale del grifo moviendo solo una palanca… y si logramos que recuperen ese asombro de lo cotidiano. el siguiente paso es sembrar en ellos la curiosidad por conocer más sobre aquello que les asombra y, de ahí, solo hay un paso hacia el cuestionamiento.

Si logramos que tengan siempre activos esos tres pasos, les facilitaremos un desarrollo de su pensamiento crítico.

Imagino que si el objetivo es enseñarles a pensar bien, no podemos esperar que los resultados se vean de forma inmediata…

Aprender a pensar bien es un proceso que dura toda una vida. Muchos adultos cometemos errores en los procesos de pensamiento porque nos dejamos llevar por las emociones, porque hemos perdido el hábito de cuestionarnos la realidad, porque nos dejamos vencer por la pereza y preferimos repetir los argumentos que leemos o escuchamos ante que analizar si están bien estructurados…

Para evitar esto es importante sembrar la semilla del pensamiento crítico en nuestros hijos/as y regarla a diario de manera que al final, el pensamiento crítico se convierta en un modo de ver la vida que acompañe su personalidad. Y esto es un proceso eviterno, es decir, tiene un principio, pero no tiene un final.

En los últimos meses hemos oído mucho que los jóvenes están teniendo comportamientos irresponsables respecto a las medidas de seguridad, las fiestas, los botellones… ¿qué opinas de esto?

Yo diría que jóvenes y no tan jóvenes. Pero me temo que es un proceso donde se mezclan cambios biológicos con una educación individualista y cuyos resultados terminan pasando factura.

Me indigno mucho cuando nuestros responsables políticos nos piden a todos y especialmente a los jóvenes, civismo, cuando apela a la ética de la responsabilidad. Pero al mismo tiempo, en los últimos años, se ha desahuciado la educación ética en las escuelas, se ha politizado un asunto fundamental para todos como es la Educación para la Ciudadanía que se ha dejado como un instrumento ideológico en manos de políticos.

Hemos abandonado el papel esencial de la escuela que era el de formar a ciudadanos críticos y capaces. La ética, la moral, la formación de la ciudadanía apenas son testimoniales en los planes de estudio, pero cuando llegan los problemas, entonces apelamos a los valores éticos y al civismo.

Es manifiesto que los progenitores de hoy tienen menos tiempo para educar a sus hijos y que la autoridad moral se desvanece por doquier, si a esto le unimos que el mundo es muy complejo, nos encontramos con familias que necesitan orientación y ayuda para educar a sus hijos.

Pero si el único reducto educativo que tenemos a la hora de educar a todos por igual, que es la escuela, abandona, menosprecia o minusvalora la Educación para la Ciudadanía, entonces no tendremos muchos elementos para quejarnos o reclamar sobre la actitud de estas generaciones que han crecido bajo un halo narcisista.