En los últimos días estamos asistiendo al nacimiento de numerosas apps, a nivel europeo, estatal e incluso local, para ayudar a las autoridades a gestionar la crisis del coronavirus mediante los tests de autodiagnóstico y el seguimiento de contactos. Aquí en Baleares tenemos Clinicovery, disponible desde el día 17 de abril.

Con la llegada de estas aplicaciones, ha surgido cierto debate entre salud y privacidad, como si ambas cosas fueran excluyentes y deberíamos elegir. El problema tiene origen en el miedo y en la velocidad con la que se han desarrollado muchas de las soluciones que se presentan estos días, incluso las tecnológicas.

La "premura" en el anuncio y desarrollo de muchas de ellas ha conllevado que no se siguieran las recomendaciones contenidas en Comunicación de la Comisión Europea sobre aplicaciones que apoyan la lucha contra el COVID-19 en relación con la protección de datos.

De esta forma, ha sido común que dichas apps presenten políticas de privacidad poco elaboradas, no adaptadas a la sensibilidad de los datos que iban a utilizar, citando incluso leyes ya derogadas. Ante esa circunstancia, muchas son las voces que se han alzado contra estas aplicaciones, como si su mero uso implicara que los usuarios vieran comprometida su privacidad. Sin embargo, más que ante formas de control abusivas, creemos que los desarrollos precipitados y acelerados han dado lugar a incumplimientos legales (que normalmente se han ido solventando).

Después de todo, no hay que olvidar que según la disposición adicional decimoséptima de la Ley Orgánica 3/2018 de Protección de Datos Personales: "Las autoridades sanitarias e instituciones públicas con competencias en vigilancia de la salud pública, podrán llevar a cabo estudios científicos sin el consentimiento de los afectados en situaciones de excepcional relevancia y gravedad para la salud pública".

El debate no es tanto si pueden o no usarse estas herramientas, es cómo se usan. Por ello, y para que estas aplicaciones formen parte de la solución al problema que nos enfrentamos, debemos asumir en primer lugar dos premisas:

a) La crisis de salud pública provocada por la actual pandemia no tiene precedentes y requiere soluciones excepcionales en muchos ámbitos.

b) Las tecnologías y un uso adecuado de los datos pueden aportar grandes soluciones a nivel informativo y de intercambio de datos entre organismos, autoridades y ciudadanos.

Si bien, como decíamos, estas aplicaciones deben cumplir de manera adecuada con la legalidad vigente en materia de datos personales. Para ayudar a este cumplimiento, vamos a dar una serie de recomendaciones:

1.- El punto de partida de cualquier aplicación debe seguir siendo la protección de la intimidad y de los datos. Es decir, privacidad desde el diseño.

2.- Siempre que sea posible, los datos deben ser anónimos y agregados. La individualización del dato puede generar estigma y rechazo social.

3.- Deben implementarse mecanismos de ciberseguridad reales, ya que cuando utilizamos datos de salud cualquier precaución es poca.

4.- Si los datos se recogen para ayudar a contener la pandemia, una vez se consiga ese objetivo los datos personales se deben eliminar.

5.- El usuario siempre debe estar informado de manera clara y poder ejercer de forma fácil sus derechos.

Ante esta situación que vivimos, sin duda debemos ser innovadores y hacer el mejor uso posible de la tecnología en la lucha contra la pandemia. Eso sí, hay que tener siempre presente que aunque la ley no impide su uso, tampoco permite acciones desproporcionadas que limiten los derechos de los ciudadanos.