Nos acercamos al 31 de octubre, fecha fijada para la salida efectiva del Reino Unido de la Unión Europea (UE), y en esta crucial encrucijada pocos tienen claro cuál va a ser el camino a seguir y que básicamente son tres: salida efectiva con acuerdo, salida sin acuerdo y extensión temporal del plazo de salida. Olvido deliberadamente la opción de un segundo referéndum porque nunca he creído ni creo, si cabe aún menos con Boris Johnson, que sea una opción viable. De hecho, es interesante observar que ahora, más que nunca, el debate ya no es si se va a producir el Brexit, sino cómo se va a producir.

Algunos tenemos la sensación que desde Bruselas y desde algunos países miembros como por ejemplo España se está ninguneando al Reino Unido como Estado y también a su desarrollada economía. Sin duda, es criticable el cierre temporal de la cámara de los comunes, pero que los políticos, politólogos y tertulianos de toda índole de nuestro país pretendan dar lecciones de democracia al Reino Unido es cuanto menos paradójico. La paradoja reside en que el país que tuvo su parlamento cerrado durante cuarenta años dé lecciones porque se cierre unos meses el parlamento más antiguo del mundo. Luego está la crítica feroz a Boris, caricaturizándolo como un insensato. Y aquí me viene a la memoria que en España los primeros ministros suelen ser abogados del Estado o registradores de la propiedad, menesteres muy respetables pero que no son conocidos por su creatividad, habilidad de gestión o liderazgo. El señor Johnson demostró que era muy capaz liderando y mejorando durante ocho años una de la capitales del mundo más influyentes. El ex alcalde de Londres es licenciado por Oxford y se formó en su juventud en Eton, College inglés que ha dado nada menos que 18 de los últimos 52 primeros ministros británicos. Una de las principales críticas a Boris es que quiere hacer efectivo el Brexit sin acuerdo. Y Boris quiere llegar a un acuerdo de salida, pero no a un acuerdo como el conseguido por May que era contrario a lo votado en el referéndum. La apertura sine die de la única frontera terrestre con la UE: 500 kilómetros de frontera entre Irlanada del Norte e Irlanda. Solo en el caso de no conseguir ese nuevo acuerdo con la UE, plantea la salida sin él. Bueno sería que Londres pero también Bruselas rebajaran su rigidez para llegar a un acuerdo. Desafortunadamente, la practicidad de la flema británica no está en su mejor momento para llegar a acuerdos pero el pragmatismo de los Juncker y compañía tampoco parece que estén al nivel de los Willy Brandt o Adenauer de antaño.

Y llegamos a los temas económicos con exageraciones por ambas partes y si algo tengo claro como economista después de ocho años de carrera profesional en la City de Londres es que harían bien los británicos en no creerse las teorías del fin del mundo cuando dejen la UE. La economía británica, es la cuna de la revolución industrial, tenía un imperio económico global que es como quien dice de anteayer y es hoy una de las economías más avanzadas del mundo. Y sin ganas de cansar al lector, permítanme solo comentar cuatro datos macroeconómicos para explicar lo apenas comentado. Me servirá para ilustrarlo referencias a la economía alemana tomada como modelo por muchos y la economía española, por eso de la cercanía. El PIB trimestral per cápita británico es solo 1,000 € menor al alemán y el PIB anual británico per cápita es 10,000 € mayor al español. En materia de innovación Reino Unido ocupa el cuarto lugar por el noveno del alemán y a más distancia España está en la posición 28. En materia de transparencia Reino Unido supera a Alemania, en 42 y 116 posición respectivamente. La facilidad para emprender negocios en Reino Unido es óptimo, ocupa la novena posición mientras Alemania ocupa la 24 y España la 30. Y luego, en cuanto a internacionalización de su economía, Reino Unido tiene como principal país destino de sus exportaciones a los Estados Unidos, aunque por área económica la UE es destino de más del 40% de sus exportaciones. Sin embargo, el dato que parece siempre pasar por alto a los defensores del cataclismo por el Brexit es que las exportaciones británicas son solo el 17% de su PIB mientras que las alemanas suponen el 40% del suyo, es Alemania y no Reino Unido quien está más sujeta a los vaivenes de los flujos internacionales de comercio por el endurecimiento de las políticas arancelarias.

En definitiva, claro que una salida sin acuerdo no es una buena noticia para Reino Unido, ni para la UE, pero que a nadie le quepa duda que la economía británica tiene la suficiente madurez, experiencia y dinamismo para afrontar esta situación con éxito en el medio plazo. Ni le va a ir excepcionalmente mejor sin el corsé de la UE, ni van a caer en el abismo.