La guerra comercial que el pasado año inició el presidente de EE UU, Donald Trump, contra China iba a tener, antes o después, repercusión en el mercado tecnológico en general y en las compañías chinas en particular. Y de todas ellas, el objetivo principal iba a ser sin duda alguna el gigante de las telecomunicaciones Huawei, la empresa por cuyos equipos circulan en algún momento más de la mitad de los datos de todo el planeta.

Ante todo lo que está ocurriendo en los últimos meses entre el gobierno de EE UU y la compañía china Huawei, cabe preguntarse por qué ahora. Varios gobiernos occidentales, incluyendo el norteamericano, llevan años dejando caer que el chino podría espiando a través de los equipos de empresas como Huawei o ZTE. Pero nunca han aportado pruebas. De hecho, Canadá lleva desde 2013 haciendo pruebas de seguridad en los equipos de telecomunicaciones de Huawei vendidos en aquel país sin haber obtenido ninguna prueba al respecto. Y, de nuevo, se repite la pregunta: ¿por qué ahora?

A nadie se le escapa que la respuesta a esa pregunta se llama 5G. Actualmente se están desplegando las redes 5G en varios países del mundo. Pero las redes 5G no van a ser una evolución más. Van a ser una revolución. El mejor aprovechamiento del espacio radioeléctrico que trae esta tecnología permitirá que las ciudades inteligentes, los coches autónomos e incluso la telecirugía sean una realidad muy pronto, y no partes de películas futuristas. Y en un momento tan importante, clave para el futuro de muchos países, Huawei es quien mejor posicionada está puesto que se trata del mayor productor mundial de equipos de redes y telecomunicaciones.

A principios del pasado año, Estados Unidos impulsó una serie de restricciones que impidieron a Huawei y a la también china ZTE pujar por contratos en territorio estadounidense que, poco después, se convirtió en la prohibición a los funcionarios del gobierno de aquel país a comprar o utilizar teléfonos de ambas compañías.

Pasaron los meses, y pese a que a lo largo de todo el pasado año se llevaba especulando con la posibilidad de bloquear la venta de quipos de redes de Huawei en distintos países, todo se precipitó en el mes de noviembre del pasado año. El periódico The Wall Street Journal publicaba a principios de ese mes que el gobierno de EE UU estaba intentando persuadir a los proveedores de servicios de telefonía para que no usaran equipos de Huawei. La sugerencia de la administración Trump era recogida por las distintas compañías con dispares resultados, pero se encontraba con una dura resistencia en los proveedores de las zonas rurales, cuyas redes funcionan exclusivamente con equipamiento de la compañía china. El problema estaría en que de llevarse adelante la ley que intenta aprobar Trump, grandes áreas rurales de Estados Unidos se quedarían sin cobertura de de redes ni conexión 4G.

En noviembre de 2018 distintos países anunciaban que seguían el ejemplo de EE UU y vetaban la venta de equipos de redes de telecomunicaciones de Huawei. Al país norteamericano se le unían Reino Unido, Japón, Australia y Nueva Zelanda. El motivo, las sospechas de que la compañía china podría estar colaborando con el gobierno de aquel país para darle acceso a los datos que fluían por sus redes.

El último en unirse a ese club fue Nueva Zelanda. El gobierno realizó el anuncio tan solo unos días después de que se hiciera público que la empresa de telecomunicaciones Spark había aprobado realizar el despliegue de la red 5G en aquel país con equipamiento exclusivamente de Huawei. Spark es el mayor proveedor de internet de Nueva Zelanda y el segundo en cuota de mercado de telefonía móvil.

En el mes de noviembre del pasado año, Huawei sacaba pecho a través de Ryan Ding, presidente de la división de negocio de operadores, quien afirmaba que la compañía ya había firmado 22 contratos para el despliegue de redes 5G. A febrero de 2019 ese número ha crecido considerablemente, superando la treintena de contratos comerciales, 18 de ellos en Europa. Además, Huawei ya ha suministrado más de 40.000 estaciones base 5G según cifras de la compañía.

Mientras el ministerio de Asuntos Exteriores de China exigía en un comunicado público que dejaran trabajar a las compañías de su país, el 5 de diciembre del pasado año, la guerra se recrudecía cuando, por una orden de extradición de EE UU, Canadá procedía a la detención de Sabrina Meng Wanzhou, vicepresidenta de Huawei y responsable financiera de la compañía, bajo la acusación de haber enviado productos a Irán, un país que sufre sanciones de Estados Unidos.

Llegaba así a su punto álgido un culebrón financiero, comercial y de lucha de poderes por la supremacía tecnológica mundial que con el año nuevo iba a cruzar el Atlántico rumbo a Europa.

En enero de 2019 las presiones norteamericanas empezaban a dejarse ver en el viejo continente. Directivos y políticos de Reino Unido, Alemania o Francia ponían de manifiesto su incomodidad con el hecho de que una gran parte de la infraestructura de redes en Europa se hubiera construido con equipos de Huawei. Nick Read, CEO de Vodafone, anunciaba a finales de enero que congelaban el despliegue de equipos de red de Huawei hasta nueva orden. El golpe fue duro para los chinos, quienes mantenían una relación estratégica con Vodafone desde 2007.

Fue entonces cuando la compañía china, que hasta ese momento no había hecho nada más que emitir algún tímido comunicado de prensa, decidió contraatacar. Y lo hizo a través de algunos de sus socios más importantes. Pero antes, su presidente de turno, Guo Ping, criticaba públicamente la recopilación de datos que el gobierno de EE UU realizaba con ciudadanos de todo el mundo.

Hartmut Kremling, CTO de Vodafone Alemania durante años, contaba en una entrevista al portal golem.de que durante todo el tiempo que estuvo en la compañía germana "Huawei nos lo mostraba todo". Kremling era categórico en otra parte de la entrevista: "Nos guiaron a través de los laboratorios de fabricación y desarrollo. Por esa razón, el ADN central del Huawei que percibí en ese momento era la transparencia".

Deutsche Telekom, el mayor operador alemán de telefonía, salía sin querer en defensa de Huawei. Según publicaba Bloomberg, la alemana realizó una evaluación interna cuyo resultado era que el despliegue de las redes 5G en Europa se podrían demorar un mínimo de dos años si se vetaba el equipamiento de Huawei.

El motivo no es otro que el hecho de que la mayoría de teleoperadores europeos han invertido principalmente en una tecnología de redes llamada single RAN. Este sistema de Huawei, más rentable que otros del mercado, permite a los operadores desplegar las redes 5G sobre la ya existente red 4G. Vetando el equipamiento chino, se obliga a los operadores a inversiones difíciles de recuperar.

Hay que tener en cuenta que, desde 2009, el gigante chino de las telecomunicaciones lleva invertidos alrededor de 600 millones de dólares en I+D sobre la tecnología 5G. De hecho tan solo hay unas pocas compañías en todo el mundo que estén trabajando en equipos de infraestructuras 5G, y muy pocas se han centrado en la tecnología de microondas. Esto supone que esas instalaciones no requieren de conexiones de fibra, ya que utilizan microondas de alta velocidad como apoyo a la red de entorno de banda ultra ancha, una solución mucho más interesente a nivel económico.

La canciller alemana Angela Merkel pedía en febrero que Huawei diera garantías de seguridad e integridad de las redes 5G, algo que la compañía hizo. En las últimas semanas Italia, Alemania y la propia Comisión Europea, con su presidente Jean-Claude Juncker a la cabeza, se han desmarcado de los planes de EE UU de vetar las redes 5G de Huawei.

El día 7 de este mes, la compañía china culminaba su estrategia de contraataque demandando al gobierno de EE UU por restricciones inconstitucionales en las ventas, impuestas por el Congreso.

Al final, lo que está detrás de toda esta polémica artificial es el control del 5G, la red que cambiará el actual contexto económico mundial.