Dice la RAE que "transformar" es "hacer que algo cambie o sea distinto, pero sin alterar totalmente todas sus características esenciales".

Así pues, para una empresa o una administración, la transformación digital consiste en incorporar nuevas herramientas y canales para relacionarse con sus clientes, proveedores y empleados distintos de aquellos tradicionales implementando la digitalización de sus servicios o procesos. Pero, volvamos a la definición: es importante conservar en ese camino la esencia de la actividad o en caso contrario estaremos abandonándola para emprender algo radicalmente nuevo y si lo que hacíamos hasta este momento era importante estaremos dejando un hueco en el mercado.

Parecerá una tontería, pero para mí ese principio de conservar la esencia no es baladí y, en cierto modo, echo de menos que algunos actores importantes de la vida empresarial hayan abandonado sus cimientos a cambio de "otra cosa". Un claro ejemplo es la banca que a fuerza de meterse en otros jardines está a punto de perder su negocio tradicional a favor de nuevas empresas que están ocupando el espacio que aquellas han dejado vacante.

Pero volvamos a la transformación digital porque para muchos es algo que no llega a sus empresas y, probablemente, sea porque hay que levantar de vez en cuando la vista del balance y de las ventas para mirar en derredor y ver lo que sucede en el mundo. Si, hoy uno de nuestros clientes de toda la vida está comprando a 500 km de distancia desde su teléfono. ¿Y por qué no puedo yo vender a 500 km también? ¿Qué tecnología necesito? ¿Cuánto cuesta? ¿Quién puede ayudarme a reinventar mi empresa y a hacerla Smart & Sexy para los nuevos clientes. En solo tres años el 50% de los clientes potenciales será un millenial ¿estoy donde él quiere que esté?

Aunque más allá, mucho más allá de proponer apps o de tener chatbots que nos ayuden a prestar asistencia sin dejar de enfocarnos en lo que realmente da valor añadido, más allá de proponer medios de pago seguros y garantías coherentes con la Ley hay que ser capaz de avanzar en la idea misma de la empresa. Tal vez ya no necesitamos un espacio carísimo ubicado en la calle más lujosa de la ciudad, tal vez ya no necesitamos metros y más metros de exposición y almacén, sino que lo más radical tal vez sea que no es necesario que nuestro personal venga a un lugar a pasar ocho horas de su vida, sino que puede que sea más feliz, entusiasta y productivo si le ofrecemos trabajar desde casa.

Y si es así, puede que mi próximo empleado ni siquiera esté en Mallorca. Porque lo que cuenta en el nuevo entorno es el talento, un elemento que es ajeno a la proximidad y cuyo precio puede que se pague en parte en dinero, pero también en calidad de vida. Algo que esos millenial a los que se oye aproximarse tienen muy claro.

Puede que veas venir lo que te cuento y no sepas qué hacer, como alguien a quien ya se le ha pasado el arroz, mayor para cambiar. Pero es probable que tengas en el bolsillo un smartphone, que ya no veas la tele en blanco y negro y que la disfrutes a la carta, que no sepas que tu coche es conectable para hacerlo inteligente si fue fabricado después de 2002 gracias a un barato ODB. Puede que todo esto te suene a chino, pero, aunque no lo sepas la tecnología te rodea y la usas sin demasiados problemas. ¿Por qué negarse a comprender y a aprender "lo básico" confiando en especialistas para lo más duro?

En todos los sentidos la transformación digital de la empresa es una revolución en el ámbito físico, en la apariencia. Y en ese entorno digital hallaremos con facilidad una oferta enorme donde será fundamental la calidad de la relación, la gestión de la reputación y la propuesta de valor. Por ello es tan importante tener muy claros los elementos fundamentales, los cimientos, los valores y proponerlos con trasparencia a un cliente que nos premiará con su fidelidad o nos castigará con su enfado o indiferencia. Y sea cual sea su valoración de su experiencia de cliente la hará pública.

* Presidente de la Asociación Balear de Corredores de Seguros